Puerto Madryn

Detrás de las palabras

GAUCHO-GUACHO. En estos tiempos de tantos arreglos el otro día le tocó a la biblioteca, mientras ponía y sacaba libros se deslizó entre mis manos el    «Cancionero sentencioso y reflexivo», y emergiendo de esa voz anónima y lejana del «pueblo viejo», la figura del Gaucho y ahí nomás se me cruzaron algunas letras…Gaucho… ¿Guacho?… ¿Hijos de una misma madre?

Sentí que cierta resonancia los espejaba… personaje controvertido, desbordante de equívocos, de sentimientos encontrados que generaron adhesiones y resistencias,  pareciera que «nos habitara en lo brillante y aceptado según el mito; en lo vergonzoso y oculto según la historia».  
Recorro múltiples voces de otros: amigo, generoso, amante de la libertad,  íntegro, valiente, hospitalario, fiel a  la palabra empeñada, silenciosa picardía, hablar sentencioso, taimado, delincuente, salvaje, desaliñado…seres trashumantes y analfabetos que debían portar siempre su documentación, sutil maniobra para convertir en delincuentes de facto a casi todos los habitantes de la pampa, vagabundos,  culpables a priori hasta que se demostrara lo contrario…mimetizados con el caballo, pero crueles en las domas maltratando hasta desangrar a los animales… pasa la mayor parte de su existencia fuera de la ley, y pareciera que la ley es modelada de tal forma para que siga cada vez más fuera de ella. Marginado, despreciado, manipulado, carne de cañón de todas las guerras, exterminado…y después, mucho después revalorizado, cuando las elites le dan lugar…
Observando  las miradas que hacen foco en él,  me pregunto cuáles eran los valores que las signaban, en esa época, en ese territorio y bajo esas circunstancias… en los peligros y las necesidades de esos contextos. Y no puedo menos que decirme: peligros y  necesidades ¿para quienes? ¿Quién cuenta? quién define y cualifica?
Y en esta búsqueda de gaucho-guacho encuentro su particular relación con el caballo, esa otra mitad suya, que parecía estar adherida a su cuerpo brindándole  una estatura diferente, un «lugar desde donde acomodarse», pero con quien establecía no un vínculo de cuidado sino de sometimiento.
 Y lo relaciono con la raíz quechua de vigencia erizante que lo significa como solo, huérfano, vagabundo, abandonado y…bastardo. Y me remito a los orígenes fundantes, la época de los conquistadores, aquellos que sometían a las mujeres «cual siembra al voleo» y esos hijos nacidos sin padre, cargando de por vida su abandono, portadores de un valor-sin-valor, des-preciado, asidos como único referente cierto a la figura de la madre, su matriz estructurante ante la ausencia  de una contraparte masculina y protectora, que junto al afecto mostrara la ley, la norma, las fronteras. Tal vez por eso la necesidad de buscar afuera lo que no estaba adentro. De cobijarse en un compadre, esas figuras paternalistas,  prestigiosos en su coraje y su mirada… ora patrones, ora caudillos; de mano fuerte;  símbolos transitorios de la protección y el abandono. 
Recorriendo estos decires pareciera que en su vida lo estable haya sido la inestabilidad  y pienso en el resentimiento, ese ardor de quien se vive esclavo,  sometido, que ha perdido la extensión de su mirada por múltiples cercos alambrados y ese grito profundo que  lanza sobre esa otra mitad suya, su caballo. Ese que le es fiel y lo acompaña, con quien se siente seguro, único vínculo cierto que ha encontrado en su vida... y lo somete, lo desgarra, lo maltrata, lo desprecia…El domador es bien visto en su pago,  y él lo sabe…ha aprendido a mirar desde abajo, conoce mucho esto de las alturas…  y desde allí mamó que todo en la vida tiene su precio…
 

 

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