Puerto Madryn

Detrás de las palabras

TIEMPO DE DESPEDIDAS. Algunos encuentros suelen tener sabores especiales. A  veces nos ayudan a encender nuestras propias luces, nos regalan la aventura de andar acompañados imaginando que otros caminan a nuestro lado, y así  nos arriesgamos en un tiempo y un espacio  en procura  de horizontes que están más allá.

 Y en ese andar uno se anima, se asombra, se aventura, se pregunta, se responde, se mira… y va… y va… poniéndole palabras al andar porque sabe que cada una corre al encuentro de otras,   para dibujar escenas y delinear paisajes desde una voz que suene, resuene, vibre, diga, calle, conspire, ame, tema…porque está convencida que entre quien dice y quien se entrega a ese decir hay algo del orden de las ceremonias. Ceremonia secreta, atrapada en el silencio vibrante de una lectura.
 Todo esto sentí cuando fui al encuentro de este «Detrás de las palabras». Algo corrió por mi cuerpo, vislumbré un re-encuentro conmigo misma, y con todo eso que la vida iba  poniendo en mi vereda, acaso nuevas rayuelas como aquellas que me animaron a andar sobre un solo pie, haciendo equilibrio entre la tierra y el cielo, saltando y saltando detrás de la piedra…  para transformar la vida y trascender…
«Saltando y saltando detrás de  palabras», me dije… y empecé a bocetar ideas, acaso ayudada por aquel dios Vulcano, herrero divino que habitaba el fuego  y de quien se decía que había inspirado este pasaje entre líneas dibujadas en el suelo.
Y así anduvimos, entre veranos, inviernos, otoños  y primaveras… tramos ásperos sorteando la pandemia, con mucho adentro y poco afuera, embalando los días y abrazando tanta memoria encerrada en fotos viejas…  intentando  otros puertos, buscando otra sal para sazonar los miedos…
Y las palabras nos fueron haciendo compañía, a mí mientras las buscaba, a ustedes cuando las leían…sabíamos que alguien estaba del otro lado , tal vez espalda con espalda nos sosteníamos ... y entre tiempo y tiempo fueron atardeciendo los días… ya el génesis nos había dicho que todo tenía su hora, porque en la vida había un tiempo para cada cosa, tiempo para nacer, para poner la simiente y   para levantar  cosechas…  y entre unos y otros, tiempos  de des-pedidas, de callar esperas, porque la vida misma  es un constante movimiento, eterna  mudanza de sitio o de postura, un rumor de manos agitándose , des-prendiéndose, y nosotros pasajeros que vamos de posada en posada… hemos llegado así, a nuestra última estación, la de ese adiós que se agita como pañuelo demorándose en una coreografía que juega entre  distancias…
 En el camino hemos sido parte de ese ritual entre quien da y quien recibe, porque hemos bebido del mismo río, queda en nosotros guardar cada sorbo en un buen  lugar si nos ha servido,  y pensar que así como el agua corre haciendo camino, así vamos unos y otros, tal vez buscando un cauce donde hacer otro nido… nido de palabras nuevas   para despertar en otro amanecer… 
 

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?