Puerto Madryn

El Playa Hotel ya es leyenda en la vida madrynense

Cuenta “Pancho” Sanabra en su libro “Cuando hablan los recuerdos” que “fueron varias las veces que el Playa Hotel cambió de propietarios. Se construyó en la esquina de Gobernador Lezana (ahora 28 de Julio) y Av. Julio A. Roca, al lado, sobre esa avenida, donde estuvo el Hotel Britannia allá por 1910.

por REDACCIÓN CHUBUT 02/05/2020 - 00.00.hs

2

Los dueños que conocí fueron, Manuel Gustavo Pose que en marzo de 1944 se lo vendió a Aldo Aquiles Santiago Faccioli. En 1948 lo adquirió Ángel Margusino, traspasándolo en 1966 a Mario Rapoport.
Precisamente hoy quiero navegar, nuevamente en el ancho mar de la memoria, y narrar lo que conocí de una época hotelera; esa de aquel Playa Hotel que era emblema del pueblo por su ubicación y atención, con la figura de don Ángel Margusino detrás del mostrador o parado en la puerta, charlando con los huéspedes y los amigos. Visionario que permanentemente invertía dinero en la refacción para jerarquizarlo frente a la competencia que entonces existía. Mientras tanto su esposa Felicidad y sus hijas Ángeles, Conci y Quitita se esmeraban para darle el toque de distinción femenina. Tenía 32 habitaciones, un salón-comedor y la recepción con un reluciente piso en damero blanco y negro.
Era el hotel preferido por los viajantes de comercio que trasladaban desde la Capital Federal las modas y novedades. Allí se hospedaban los importantes compradores de lana cuando ésta era la riqueza más importante de la región.
En el verano mucha gente del valle se alojaba por un tiempo largo para disfrutar el mar. Los turistas cruzaban la calle cubiertos con las largas batas de playa de colores llamativos y la toalla en el cuello; se exponían al sol, se bañaban, algunos disfrutaban del trampolín, para luego retornar felices.
Lugar histórico por las visitas de destacadas personalidades políticas, deportivas y culturales. Recuerdo haber visto tomando un café a Vito Dumas y muchas décadas después reconocer sentado frente a una mesa al mundialmente conocido oceanógrafo Jacques Yves Cousteau.
Allí se alojaban los aviadores navales y Plana Mayor que varias veces en el año arribaban para los operativos militares.
Era fiel testigo de las conmemoraciones en las fechas patria porque enfrente, donde está el mástil, se realizaban los tedeum, y por la avenida Julio A. Roca los desfiles cívico-militares.
Varios maestros de las escuelas tenían alojamiento permanente. Uno de ellos que recuerdo era mi maestra Celia Aubía.
En la época de la construcción del Gasoducto Comodoro Rivadavia – Buenos Aires el personal jerarquizado se alojaba allí. Pronto llegó el gas a Madryn y Don Ángel ‘archivó’ las estufas a kerosene Volcán que facilitaba a los huéspedes los días fríos de invierno.

 

LUGAR COTIDIANO
Había ‘lugarcito’ para una generala o un truco mientras con su infaltable toscano don Ángel, cubilete en mano, hacía rodar los dados. No le importaba ganar o perder, sino entretener y entretenerse disfrutando el ‘copetín’.
Lugar cotidiano cuando el aperitivo tenía vigencia y muchos eran los habitúes a la confitería aprovechando el ventanal con la vista panorámica del mar y sus atractivos.
En 1956 cuando se declaró Zona Franca para las importaciones al sur del Paralelo 42 fueron muchos los importantes hombres de negocios de todos lados del país y exterior que se alojaron allí. Aprovechando la ocasión don Ángel habilitó un pequeño sector para la venta de productos importados, como perfumes, tabacos, lencerías, golosinas, encendedores, prendas de calidad y muchos productos que hasta entonces eran desconocidos en la zona. Sus hijas Ángeles y Quitita se encargan de las ventas.
...y un día el Playa Hotel recibió una pincelada de lujo cuando allá por 1962 lo homenajearon pavimentando las calles.
En los atardeceres de invierno se reunían las damas que en cómodos sillones con almohadones rojos jugaban a la canasta y algunas simplemente tejían o leían.
Lugar de grandes acontecimientos sociales, culturales y de importantes torneos nacionales de Ajedrez. Allí nació en 1967 la Hermandad del Escrófalo.
Era el sitio de categoría para invitar a un amigo o a una piba a tomar un café o una copa.
A veces se transformaba en oficina móvil donde sobre una mesa se pactaban importantes negocios.
A medida que transcurría el tiempo incorporaban las novedades hoteleras para su mejor confort: piano, billar y sala de música con la novedad de un combinado RCA Víctor creando el ambiente para que se encontraran las familias distinguidas. Pronto se amplió el salón comedor que también se habilitaba para organizar bailes los fines de semana.
Los casamientos, las fiestas de los quince y los cumpleaños, tenían un toque de distinción se realizaban en el Playa Hotel.
...pero un día don Ángel y doña Felicidad comenzaron a ver que se les había blanqueado el cabello y físicamente sentían el rigor de los años. Además el avance moderno del turismo en Madryn los había ubicado en la realidad, por lo tanto decidieron traspasarlo a una nueva generación con experiencia y antecedentes en el ramo como reclamaba la dinámica moderna.

 

MODERNIDAD
En 1966 don Ángel Margusino vende el Playa Hotel, con todo su prestigio, a Mario Rapoport, que hasta entonces era dueño del Hotel París.
Pasado el año setenta, ante el auge del Turismo Nacional y Extranjero y la construcción de modernos hoteles por emprendedores locales, obliga a Mario a construir la planta alta cuidando siempre, a pesar de incrementar su capacidad habitacional y mostrar su nueva fachada, mantener la tibieza familiar que impuso don Ángel y que él la supo valorar y continuar aplicando.
Confitería del Playa; lugar preferido por los jóvenes para crear en esas noches un puente al romanticismo; allí se fecundaba la pasión y se percibía los latidos de la vida. En oportunidades se convertía en cómplice santuario escuchando confesiones, a veces de amor y otras de desengaños.
El Playa se había convertido en el lugar distinguido para reuniones de los adolescentes.
Nunca pude olvidarme cuando mi hija, con sus 15 años recién cumplidos, un atardecer se paró frente a mí -con la complicidad de la madre-, vestida de ‘señorita’, con tacos y los labios pintado: ¿Papá me das permiso para ir con mis amigas a tomar un café ‘al Playa’? Era su primera salida. Yo no me había percatado que la nena había crecido.
Aún vemos, El Playa Hotel, cargado de pergaminos como símbolo de un pasado; pudieron modernizar su fachada y tapar las inmensas letras de su nombre… pero nosotros, vecinos de aquella época, descorriendo la bruma imaginaria, lo vemos como seguro vos, si pertenecés de aquellos tiempos lo deseas.
...y al pasar caminando lentamente por la vereda, algo me obliga a detenerme y me doy cuenta que las paredes hablan y por momentos me quieren contar una historia, por eso siempre la transito, como dije, muy despaciosamente con los ojos entrecerrados esperando escuchar ‘esa’ voz, que ha ido enhebrando memorias.
Aunque la realidad me vence y la imagen que memorizo no es la misma porque el tiempo borró de la panorámica las casillas, los árboles crecieron, las calles tienen asfalto, no corren los dados por el estaño del bar; falta ‘Candelario’ recorriendo las mesas con el cajoncito de lustrar zapatos destacándose los logos de pomada ‘Cobra’ y tinta ‘Somerset’; no se escucha el griterío de los pibes en los juegos de enfrente que ya no están... tampoco se ven surtos los barcos de la Armada, y la Fragata Sarmiento con sus blancas velas desplegadas nunca más volvió. Pero sí tengo la seguridad que permanentemente deambulan las sombras de las familias de Posse, Faccioli, Margusino y Rapoport”.

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?