“El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos” cantaba Pablo Milanés
Hasta no hace mucho tiempo, se asociaba al envejecimiento con el declive físico y mental, parecía que nada se podía hacer para evitarlo o compensarlo.
por REDACCIÓN CHUBUT 31/01/2024 - 00.00.hs
Sin embargo, desde hace algunas décadas se habla de la plasticidad cerebral (neuroplasticidad) durante el envejecimiento. Plasticidad como capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y funcionamiento a lo largo de la vida, permitiendo a las neuronas regenerarse y formar nuevas conexiones sinápticas, inclusive formar nuevas neuronas.
El envejecimiento es una propuesta de cambios que nos trae el paso del tiempo y esos cambios se van a dar fundamentalmente en nuestra identidad. Requiere de soportar los duelos, de saber los límites, de saber que una/o no es una máquina que todo lo puede, se trata de asumir los riesgos que todos tenemos, se trata de pensar en cuidarse y de escuchar y respetar el cuerpo.
Envejecer nos resulta amenazante a todos/as porque nos resulta inquietante la incertidumbre de cómo vamos a cambiar en todos los órdenes de nuestra vida. Si bien las primeras señales son del cuerpo (nos salen canas, arrugas, dolores, piel más caída), luego aparecen la jubilación, el cambio del ritmo de la vida, los miedos, el rechazo hacia ella...
La pregunta que me surge sería, ¿por que hay modos de envejecer sanos, saludables, activos y otros modos de envejecimiento patológicos?
Pero, porque sabemos de la complejidad humana, entendemos al ser como un ser biológico, genético, psicológico, social, histórico y cultural, sabemos que los factores biológicos, ambientales y sociales no alcanzan para explicar porqué existen envejeceres normales y otros patológicos. Debemos incorporar entonces factores de la personalidad, de la biografia y de la historia de vida en particular.
Así surgen ciertos factores protectores, son factores que permitirán ir anticipándose al envejecimiento y que éste no nos tome por sorpresa, son factores que ayudan a la resiliencia. Algunos de estos factores son: Ser flexible, Tener disposición a los cambios, Ser reflexivo, Poner las angustias y preocupaciones en palabras. Poder autocuestionarse, Poder relativizar (no regirse por el ¨ todo o nada ¨ o por blanco o negro), Replantearse una identidad unívoca ( no sostenerse en el “yo soy así y no voy a cambiar a esta altura ¨)
Las personas flexibles aceptarán las transformaciones propias y ajenas, podrán romper con rutinas rígidas, innovar y realizar actividades nunca antes exploradas.
Es importante que podamos aceptar pensar (o reflexionar) anticipadamente respecto a nuestro propio envejecimiento. Así como incluir el envejecer bien entre los ideales a alcanzar.
Aceptar que se replantee la imagen, los roles (familiares, sociales), la función (intelectual, sexual). Aquí merecen especial atención, la jubilación, ya que es considerada una de las transiciones del curso de la vida más importante en la edad adulta; la menopausia; el “nido vacío”. La sexualidad, es sabernos mujeres y varones deseantes, es rechazar lo que nos hicieron creer (que las personas grandes no tienen deseos sexuales), es momento de cuestionar los prejuicios (propios y ajenos), de soñar, fantasear, imaginar, jugar, desear, reírse de una/o mismo.
No somos el pasado, somos el presente y el futuro. Debemos asentar la autoestima en el presente. Vamos a ser grandes mucho tiempo, debemos buscar el modo de transitar el envejecimiento activos, saludables, acompañdos.
Elaborar gradualmente las marcas del envejecer, a pesar de las canas, las arrugas, los años, tenemos sueños y deseos, estamos activos/as y tenemos energía. No somos pibes, pero aun nos queda mucho por vivir, seguimos abriendo caminos al andar.
Se dice que la vejez es un revelador de verdades. Porque llega mejor parado/a a la vejez, quien es capaz de enfrentarse a su propia inconsistencia, quien es capaz de soportar la incertidumbre del vivir, quien tuvo recursos para encontrar salidas creativas frente al desamparo que a todos/as, de una u otra manera nos atraviesa. Y las mujeres sabemos mucho de esto.
Hay que aprender a ubicarse como un eslabón más en la cadena, con toda la responsabilidad que le cabe a quien debe contribuir al logro de la continuidad, evitando que se corte ese encadenamiento, ya sea en lo familiar o en lo socio-cultural.
Y vivir hasta la muerte, lo que implica, complejizar el camino, probar por otros senderos, acompañar otras luchas, de modo tal que la muerte llegue en el momento indicado, cansado/as ya de tanto vivir, de tanto apostar y luchar y al final del camino.
Y cuando ese final vaya llegando, saber que el pasaje por la vida no fue en vano.
Cada tanto es importante revisar nuestra hoja de ruta, ver caminos alternativos, elegir nuestros compañeros/as de viaje, saber que el árbol plantado dará sus frutos y sombra a otros caminantes.
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