HACIA LOS 90 AÑOS DE PLAYA UNION

Las viejas casillas y el tren que llegaba del valle entre los recuerdos más vivos en la memoria popular

Las construcciones de una ya mítica primera fila de «casillas» barridas luego por el avance del mar, entre ellas una de mayor jerarquía destinada a los gobernadores, y el uso del tren para llegar en el verano a las refrescantes aguas del mar desde todas las localidades del valle, constituyen los recuerdos más recurrentes y añorados de pobladores que protagonizaron distintas etapas de la historia de Playa Unión.

por REDACCIÓN CHUBUT 04/11/2013 - 03.38.hs

El balneario capitalino cumplirá su 90º aniversario este próximo 17 de noviembre, fecha instituida en coincidencia con la llegada del servicio ferroviario en 1923, y esta celebración ha dado lugar a un trabajo de rescate por parte de docentes del Colegio Nº 776, que se compendiará en distintos formatos como aportes al conocimiento y la divulgación de la historia regional.

 

 

Caminatas infantiles

Carlos Sheffield, un reconocido profesional de Rawson, recuerda en particular sus vivencias de los años de infancia en relación con Playa Unión. A pesar de existir la posibilidad de tren, «nosotros veníamos a pie. Era tradicional tomar una bolsita, la gomera y venirse caminando para cazar pajaritos, piches y alacranes. Nuestros padres nos dejaban venir porque en realidad no había ningún peligro. Su única recomendación era volver de día», contó en una de las numerosas entrevistas realizadas.
El tren aparece aquí como en la mayoría de los relatos. «Desenganchaban los vagones, sólo quedaba con uno o dos para comenzar otra vez su trayecto. En esos vagones que quedaban, las familias, con permiso del FFCC se quedaban en el lugar donde habían viajado y armaban el equipo de mate, los bizcochitos, tortas fritas. Casi nadie tenía casilla, solo unas cuatro o cinco familias».
«Lo que más permanece en mi recuerdo es el sentido de responsabilidad de las mamás que llevaban elementos de limpieza, paños, rejillas y limpiaban el lugar que habían usado. Hasta he visto escobillas. Cuando volvía el tren todo estaba impecable. Ellas tenían la plena responsabilidad que el Estado se los había prestado entonces no iban a dejar las migas tiradas. Todo el mundo juntaba en una bolsita las sobras de las comidas, los trapitos que habían traído y lo ponían en su canasto», agregó Carlos.

 

 

Amigas en la playa

Delia Dolores «Pichona» Galina es hija del primer gobernador constitucional de la provincia en el período 1958 a 1963, y diferencia dos etapas de su relación personal con Playa Unión.
La primera cuando, a veces, su papá abogado tenía que venir al Juzgado Federal de Rawson, única dependencia judicial por entonces, y «con mi hermana y nuestras amigas nos íbamos a Playa desde Trelew. Entonces acá los abogados viajaban en la autovía que era un tren con dos o tres vagones chiquitos, mucho más rápido que el de trocha angosta», añade.
«Nos llevaban a las 11 y nos iban a buscar a las 13 o 14. Nos dejaban solas porque éramos un grupo. Cuando íbamos en tren más de una se habrá puesto de novia», recuerda hoy «Pichona».
La segunda etapa se dio «cuando vivíamos en Rawson e íbamos mucho a la Playa. Empezábamos en Diciembre y la dejábamos en Marzo.


 

 

Una casa con historia

Y en esta parte del relato la entrevistada se convierte en testigo privilegiado de aquella recordada casa para los gobernadores que se llevó el mar en sucesivas marejadas hasta convertirse en recuerdo.
«En la parte de adelante, tenía una gran puerta de medio punto, toda de vidrio y chapa. Y dos ventanales, uno de cada lado. Esa parte daba al mar. Y una especie de galería abierta que la cubría el balcón marino con dos o tres escalones al mar».
«Por dentro un gran living y después se pasaba a un comedor, en el medio de la casa. De un lado tenía un dormitorio y un baño, del otro lado tenía dos dormitorios. Después seguía una cocina y después un patio donde había una o dos habitaciones de servicio. Nos cambiábamos la malla allí para no entrar con arena a la casa. Tenía un patio que daba a la actual calle Guillermo Rawson»
Pichona evoca aquellos días con emoción: «Siempre nos sentábamos allí a charlar. Alguna tomaba mate, comíamos algo, porque nos reparaba del mar. Adelante pocas veces se podía estar. Salíamos del mar y tomábamos sol atrás».
La desaparición de aquella construcción también ha quedado viva en su memoria: «Fue para mí muy terrible. En la década del 70, mi hija iba a un Jardín de Infantes que había organizado algo en la Playa, y no encontré la casa. Ese invierno la habían tirado (entre el año 1974 o 1975). Dicen que tenía unas rajaduras de arriba abajo muy anchas. La tuvieron que tirar porque no se mantenía».
«En su interior había muebles muy simples de playa, camas, una mesa enorme pero con sillas y banquetas playeras. En el living había unos sillones con almohadones y una mesita», repasa hoy a más de casi cinco décadas de aquella pérdida silenciosa y definitiva.






 

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