Por Rosendo Rodríguez Labat

La prensa libre, un garbanzo en las botas de los tiranos y de corruptos

Desde tiempos inmemoriales, el sueño de los tiranos y de los gobernantes corruptos, tanto de los que surgieron de Campo de Mayo como los que aún siguen pariendo las urnas bajo el deshilachado manto de una democracia sui generis como la que estamos viviendo actualmente, fue siempre la domesticación de la prensa independiente. Y generalmente coincidían en los mismos métodos para lograrlo.

por REDACCIÓN CHUBUT 26/08/2014 - 00.00.hs

 Consistía en lo que ya se hizo habitual, negarle o achicarle la participación en las pautas publicitarias oficiales. El paso siguiente, cuando no era simultáneo, influir en el comercio para que no hicieran publicidad en esos medios. 

 

En el caso que con eso no se lograra doblegar a los díscolos, quedaban expuestos a recibir con frecuencia la «visita», -no de cortesía precisamente-, de circunspectos inspectores bien trajeados, con anteojos oscuros y portafolios negros donde siempre había espacios disponibles, que le examinaran hasta el grupo sanguíneo a sus propietarios y empleados. Pero, en el caso que fracasen esos originales métodos de persuasión, no se vacilaba en la aplicación de otros más violentos donde se ponía en riesgo vidas humanas. Como ocurrió hacen pocas semanas con «El Chubut» y «El Diario de Madryn». 

 

En el primero, todo indica que fue obra de la mafia que desde hace un par de años está enquistada en la decadente política chubutense. Y en cuánto al matutino de la bella pero ahora maltratada ciudad balnearia, fue protagonizada por una banda de forajidos fogoneados por funcionarios y ex funcionarios de un mismo signo político, que esa publicación, con admirable valentía y abundancia de pruebas, ha denunciado como así también a encumbrados empresarios de dudosa honestidad que ya saben lo que es estar sentados en el banquillo de los acusados.

 

 Decíamos al comienzo de esta nota que la persecución a la prensa libre en nuestro país viene de lejos. Y en lo que atañe al Chubut, el primer caso registrado por la historia data de 1919. Aparecía en Trelew el matutino «El Chubuchino», cuyo director Ernesto José Núñez, era un severo crítico de Oreste Franzoni que, designado por el Poder Ejecutivo Nacional, ejercía el gobierno del entonces Territorio Nacional. 

 

Por su temporario alejamiento de la función, quedó a cargo del gobierno el Secretario General, Nicolás B. Federicci, a quien siempre se responsabilizó de la dura golpiza que una noche le dieron a Núñez, a quien luego de desnudarlo y untarlo con brea le pegaron plumas de avestruz y lo ataron a un árbol en la plaza Independencia, siendo liberado por el coronel Néstor Sarachaga, jefe del Distrito Militar 26.

 

 El hecho tuvo repercusión nacional al publicarse en un importante matutino de la Capital Federal, cuyo corresponsal en Rawson era Balbino Machuca. Otro hecho de esa naturaleza, revelador de la intolerancia e ignorancia que muchos funcionarios públicos tienen de la importancia del periodismo independiente en toda democracia, sucedió en 1945. Se editaba en Trelew «El Heraldo», un matutino propiedad de Soil Brhoman que también lo era de «El Rivadavia», de la ciudad petrolera que actualmente es «El Patagónico». 

 

Se alternaban en la dirección de «El Heraldo», Luis Enrique Sicardi y Roberto Justo Ezpeleta, dos notables periodistas de sólido prestigio en la Patagonia. En una oportunidad, ambos tuvieron que viajar y circunstancialmente quedaba a cargo de la conducción del diario, Julián Aliaga que era, junto a Pedro Villaverde, linotipista. En esos días había un generalizado descontento con el Comisionado Municipal local y Aliaga escribió una nota relacionada al tema que el citado funcionario denunció ante el Juzgado Federal acusándolo de desacato -una figura penal muy usada hasta no hace muchos años-, y fue a parar al calabozo de la comisaría de Trelew donde se lo mantuvo incomunicado durante una semana. Pero no siempre fue así en Chubut en lo que se refiere a la relación gobierno-prensa. Y aunque el caso nunca tuvo imitadores, bien vale la pena recordarlo. Había pasado poco más de un año que se había instalado en la Provincia el primer gobierno constitucional, presidido por el doctor Jorge José Galina. 

 

En una de sus más importantes ciudades había un gran descontento popular porque su jefe comunal no acertaba en la solución y la irritación de los vecinos cada día era mayor y, como es natural, el problema diariamente ocupaba la primera plana del periodismo local que no hacía otra cosa que no sea la de cumplir con la obligación de hacerse eco de los reclamos del pueblo. Molesto por las críticas a su gestión, no tuvo mejor idea que ir a ver al gobernador para sugerirle que eliminara a esa publicación de la pauta publicitaria oficial. 

 

«De ninguna manera. Ese periodismo es útil a la Democracia y debe ser respetado», fue la terminante respuesta que recibió. Otros tiempos. Otros hombres, sin duda alguna. Se amaba a la Democracia. Se defendía a la Democracia. No era un traje adaptable al físico del usuario.

 

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