«Vamos a hacerle una interna al ‘Gordo’ Di Benedetto»
por REDACCIÓN CHUBUT 20/03/2016 - 00.00.hs
El Chato estaba en la puerta cuando caímos con un amigo, Néstor Suzzi, a buscar la bisagra en la historia. Creo que todavía no ocurría la interna con «Línea Nacional», que proponía a De la Rúa.
El gordo era un tipo flexible. En los años de militancia participamos de mil internas con él, deporte favorito del radicalismo. Casi siempre en grupos antagónicos, en otras ocasiones, juntos. Recuerdo una interna muy dura que le ganamos -por la juventud- a un grupo muy potente cuyo referente era Mauricio Manfredini, los «azules». Fue el germen de Trelew 2000, el inicio del proyecto con el que Gustavo soñaba cambiar su ciudad, su provincia, su país. Las primeras reuniones ocurrieron en su casa, en el barrio. Veinte sillas y Gustavo hablando.
Los referentes en aquellos años fundacionales de la democracia eran -por supuesto- Atilio Viglione, José Sáez, Hipólito Solari Yrigoyen, Manuel Del Villar, Alfredo García, Luis García, un jovencísimo Carlos Maestro desde el bloque de diputados radicales, Mario Cimadevilla -muy joven también-, los Cambareri en Comodoro, «Cacho» Lizurume que empezaba a asomar, Jorge «Tarta» López y su hermano Santiago «Chiche» López, de una dimensión enorme construida luego a través del trabajo en la CONADEP. Había muchísimos dirigentes de peso en muchas partes. Eran épocas de mucha militancia, comités llenos, un radicalismo metido en la calle y en las cosas de la gente, defendiendo el Plan Austral, la Paz con Chile, el Juicio a las Juntas.
La pertenencia partidaria era un acto de fe muy valorado. Aún teníamos miedo del «cuco» militar, y cualquier tropiezo podía llevarnos puestos a todos. Los grupos de la Juventud eran maravillosos, y con fuertes lazos con «los mayores». El propio Gustavo con toda su banda, junto a los «osos» (los hermanos Reynoso, Daniel Cardozo, Silvio Barroso), el grupo de Mauricio Manfredini, con un fuerte anclaje en la Universidad a través de Ricardo Furci, Marcelo Williams y tantos otros, y los de Renovación y Cambio. A veces los grupos cambiaban de forma, se mezclaban, había «pases». Y encarnizadas peleas por el poder partidario. Fueron épocas en las que se construyeron amistades y enemistades duraderas.
En alguna de aquellas reyertas alguien me dijo, «vamos a hacerle una interna a Gustavo Di Benedetto». Era por la conducción de Renovación y Cambio. Y el gordo nos pasó por arriba.
Nuestro candidato era Raúl «Lalo» Tesi. Años después entre ambos grupos construimos una alianza exitosa. Gustavo era un muy joven concejal entonces. Muy potente. Presidía el Concejo Deliberante de Trelew y a los 27 fue intendente, cuando Alfredo García se fue al Senado de la Nación. ¿A quién se le ocurriría hacerle una interna? Después, la gente de Trelew lo eligió tres veces más; en 1991, 1995, 1999, y en 2001 se fue al Congreso de la Nación. Junto a Carlos Maestro constituyeron un radicalismo electoralmente demoledor.
El ejercicio del periodismo me alejó de la militancia para siempre. Dejé de participar, me desafilié de la UCR, y ni siquiera he votado a todos los candidatos presidenciales del radicalismo desde 1983. Una sola vez lo visité a Gustavo en su despacho de intendente, pero hemos seguido teniendo contacto durante muchísimos años. La última vez que hablé con él fue el 25 de febrero a las cinco y media de la tarde. Hace menos de un mes. Me contó que la pelea con su enfermedad estaba muy dura, pero que iba soportando el tratamiento. Hablamos bastante sobre el radicalismo chubutense, su pasión de toda la vida. «Vos llamame, si me siento bien te atiendo, y si no, te devuelvo el llamado cuando pueda», me dijo.
En política, Gustavo era un tipo flexible, aunque cuando tuvo poder lo ejerció con todo lo que pudo. Filoso en los discursos, hacía y deshacía con pasión de constructor. Por eso hablaba con todos. Siempre. Aún con sus adversarios más encarnizados. Se había granjeado el enojo feroz del «radicalismo formal» cuando se fue a armar Chubut Somos Todos con Mario Das Neves. Agarró el bolso, el cepillo de dientes y su lista de amigos, y se marchó con el antiguo adversario. No hace falta recordar que aquella pelea entre Gustavo y el cimadevillismo es añeja, y recrudeció cuando los diputados de su sector votaron el contrato con PAE hace diez años. Aquella divisoria fue feroz, y sigue hasta nuestros días.
Hablé mucho con Gustavo, tratando de entenderle, cuando se fue con Das Neves. Jamás fue despectivo de lo que dejaba. «No me hice peronista. Somos radicales que queremos trabajar con la provincia, y la verdad es que con esta gente es muy difícil, ya hice todo, qué más querés que haga», decía de quienes conducen el radicalismo. Una interna por cargos electivos tiempo atrás los había dejado prácticamente «cocinados», y fue el empujón para dar el salto.
Se fue victorioso, porque en las elecciones del año pasado estuvo del lado de los que ganaron. No creo que haya sido sencillo para «el gordo», radicalismo puro hasta el alma, sentarse al lado de Mario y todos los «compañeros». Aun así apostó a construir «algo más grande, con política en serio», decía. Después, muchos radicales votaron a Das Neves.
Siento que con la partida del gordo se muere una parte importante de un radicalismo transformador, que estuvo en el amanecer de la democracia y que se fue desgranando. A aquella generación le pasó de todo. Algunos fallecieron, como Mauricio Manfredini en aquel desgraciado accidente, otros abandonaron la política para siempre y es una pena, porque tienen mucho para dar a su pueblo, otros nos dedicamos a otra cosa. Y en el escaso volumen político de hoy, vemos que aquella generación del ’83 no tuvo recambio, porque a la política la fueron matando de a poco. Por lo menos, a la política de los valores. Quedan muy pocos referentes de ello en la Argentina. El kirchnerismo tuvo la oportunidad, pero se perdieron en el poder de las «orgas» y el dinero.
Gustavo Di Benedetto fue un radical en serio. Transformador y constructor. Provocador, además, un gran «jodón» de las internas, animador permanente de la política, tipo de consulta y de referencia, y uno de los que apostó hasta último momento a la política y al «hablar» con los demás, como herramienta de transformación. Su militancia no tenía prejuicios y por eso resultaba transgresor e indigerible para muchos radicales también. Y sabía escuchar. Pasó muchas horas de su vida en los noventa escuchando a José Sáez y aun a Atilio Viglione, que habían sido sus adversarios. Una vez le pregunté por qué lo hacía, y me dijo: «Hay que escuchar a todos, y aprender. ¿Qué querés, que no hable con los que son un libro?».
Se murió una parte importante de la historia del radicalismo de Chubut, y de la ciudad de Trelew. Para muchos de nosotros, además, se murió un amigo.
Y eso siempre produce pena.
(*) Periodista. Columnista de EL CHUBUT. Militante en la UCR chubutense entre 1983 y 1989.
Últimas noticias
Más Noticias