Carta del Lector

Consecuencias de los ensayos nucleares: Terrible ironía

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En nota anterior advertimos que la comunidad internacional observa con creciente preocupación cómo se deteriora un acuerdo tácito que mantuvo a raya la amenaza nuclear durante más de 30 años. Los líderes de Rusia y Estados Unidos, están dando pasos que podrían llevar al mundo a sufrir las catastróficas consecuencias de nuevas pruebas nucleares.

Ensayo nuclear con la bomba Small Boy 1962 Wikimedia / EE.UU.

Está circulando un trabajo de Keith Meyers, un economista de la Universidad de Arizona que pone de manifiesto una gran ironía.

 

La producción de bombas atómicas con el objetivo de estallarlas en Japón, a la postre, a causa de los efectos de los ensayos nucleares de las pruebas atómicas en territorio estadounidense, habrían muerto a mediano y largo plazo, más personas que en Hiroshima y Nagasaki juntas. 

 

Durante la Guerra Fría Estados Unidos detonó cientos de armas atómicas en el emplazamiento de pruebas nucleares de Nevada. Muchas de estas pruebas se llevaron a cabo en altitud y liberaron enormes cantidades de contaminación radiactiva a la atmósfera. ¿Ignorancia o inconsciencia?

 

El trabajo de Meyers combina un nuevo conjunto de datos que mide los patrones de lluvia radiactiva anuales en los diversos condados de Estados Unidos con los registros estadísticos de mortalidad.

 

Los resultados indican que las consecuencias de los ensayos nucleares llevaron a un aumento persistente y sustancial de la mortalidad global de grandes partes del país. El número acumulado de muertes adicionales atribuibles a estas pruebas es comparable al de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

 

El estudio básicamente toma datos de fallecimientos en general y sus causas atribuibles a cierto tipo de enfermedades y compara los valores de las zonas expuestas a la lluvia radioactiva con los de las que no lo estuvieron; de ahí surgen las diferencias, que pueden cuantificarse. Hasta ahora se ha considerado que esos efectos no eran demasiado relevantes. 

 

Como escupiendo para el cielo, se siguieron haciendo pruebas durante décadas.

 

A grandes rasgos Meyers calcula un aumento de muertes en Estados Unidos entre 340.000 y 460.000 durante los años 1951 a 1973, cifras superiores a las que se suponen sufrió el pueblo japonés.

 

Entre los principales factores de esas muertes estarían la leche contaminada de las vacas, con isótopos radiactivos yodo 131 y estroncio-90. También la lluvia radioactiva de las pruebas irradia los alimentos de todo tipo; al consumirse directa o indirectamente, esos isótopos pasan al organismo y acaban produciendo cánceres a medio y largo plazo.

 

En los años 50 la gente en general no estaba al tanto de los peligros que podían suponer esas pruebas y los funcionarios gubernamentales de la Comisión de Energía Atómica, se dedicaban a minimizar esos efectos secundarios.   

 

Pero las nuevas cifras del estudio de Meyers podrían mostrar que no eran efectos de una magnitud despreciable, sino todo lo contrario.

 

Con las pruebas atómicas subterráneas se consiguió eliminar en parte ese efecto de dispersión de lluvia radioactiva, aunque no se eliminaba totalmente. El último ensayo nuclear en Nevada por parte de Estados Unidos tuvo lugar en 1992, hace más de 32 años.

 

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