Fin de Semana

Atlantis: 5 argentinos y el mar testigo de una hazaña que asombró al mundo hace 38 años

Cruzaron el océano Atlántico en una balsa de troncos a vela, sin timón, demostrando que los navegantes africanos, conducidos por corrientes marinas, pudieron haber llegado a América 35 siglos antes que Cristóbal Colón. Ya pasaron 38 años y en este mundo híper conectado lo recordamos: "Que el hombre sepa que el hombre puede".

por REDACCIÓN CHUBUT 22/05/2022 - 10.59.hs

"Hace 38 años, a esta hora (cerca de las 10:30 de un 22 de mayo de 1984), pero del otro lado del océano, y del otro lado del ecuador, estábamos cerrando los bolsos y petates, revisando debajo de las camas que no olvidáramos nada, y despidiéndonos del personal del Hotel Taburiente, que ya eran nuestros amigos", escribió Jorge Iriberri, uno de los audaces que emprendió una rica, increíble travesura que fue probar que 3500 años antes que Cristóbal Colón, navegantes africanos pudieron haber llegado por accidente a las costas de América conducidos por las corrientes marinas.

 

Esa misión se la denominó "Expedición Atlantis". La tripulación estaba compuesta Alfredo Barragán, quien fue el capitán al mando; Jorge lriberri, quien se desempeñó como el segundo capitán; Daniel Sánchez Magariños, quien se ocupó de la navegación astronómica; Oscar Giaccaglia, quien se desempeñó como sobrecargo y cocinero; y Félix Arrieta, camarógrafo de ATC (hoy Canal 7 de Buenos Aires) que registró todo el viaje, material con el que luego editarían la película "Expedición Atlantis" en 1988.

 

La expedición concluyó 52 días más tarde, el 12 de julio de 1984. La distancia recorrida fue de aproximadamente unas 3200 millas náuticas (unos 5000 kilómetros. Cabe señalar que, por aquella época, no se disponía de sistemas avanzados como el GPS, y las comunicaciones satelitales estaban restringidas a los buques de porte, por lo que la navegación tuvo que realizarse forzosamente con métodos tradicionales de navegación astronómica y utilizando equipos de radioaficionados para comunicarse.

 

Barragán sorprendió a varios miembros del Centro de Actividades Deportivas, Exploración e Investigación (CADEI), que reunía a deportistas amateurs con los cuales ya había realizado distintas travesías. “Quiero cruzar el Atlántico en una balsa”, tiró mientras cenaban en Mar del Plata. ”Yo voy”, dijo Jorge Iriberri, un experto buceador.​

 

En la redacción en su cuenta de Facebook, Iriberri recuerda que "en Santa Cruz de Tenerife esa noche no habíamos podido dormir... la vista fija en el techo... repasando mentalmente cien veces las listas de todo lo preparado, en busca de algo que faltara... Pero llegó el día y partimos... fatigando una docena de cuadras, con todo a cuestas, hasta el muelle... Sin que lo supiéramos en ese momento, con el paso del tiempo, ese día marcaría un antes y un después en nuestras vidas".

 

La balsa se construyó con nueve troncos de madera balsa, cuatro troncos de mangle (una especie muy tolerante a la salinidad del mar), cañas de bambú, que se sujetaron con 6000 metros de cuerdas vegetales, y medía 13,6 metros de largo por 5,8 de ancho. Asimismo, tenía un mástil bípode de 11 metros de altura, una percha que sostuviera la vela –que donó el buque insignia de nuestra Armada, la Fragata Libertad. 

 

Cargaron 1300 kilos de alimentos (la mayoría eran fideos, arroz, salchichas y albóndigas enlatadas, que se cocinarían en un pequeño anafe, para lo que también llevaron dos tubos de 45 kilos de gas cada uno), 1200 litros de agua (envasados en 60 bidones), una radio VHF (donada por el velero Fortuna, la nave de regatas de la Marina nacional), un botiquín quirúrgico, una brújula, un sextante, cartas marinas, cámaras de video y fotográficas y, en total, el peso de la embarcación era de 14 toneladas.

 

 

 

"Agradezco a la vida haberme dado esa oportunidad. Mil gracias al equipo de amigos que durante cuatro años nos apuntaló en todos los aspectos y nos sigue acompañando, sin cuya participación no lo hubiéramos logrado. A nuestras familias que respetaron y apoyaron nuestro descabellado sueño, y a cientos de personas que en nuestro país, en Ecuador, México, Canarias, Venezuela, (y más) nos ayudaron desinteresadamente, por el solo orgullo de participar de algo que veían sano, útil o simplemente hermoso", dijo Iriberri.

 

EL VIAJE

 

  • En los primeros días de navegación se encontraron con olas de 4 a 6 metros de altura.
  • La balsa avanzó por la corriente denominada Canarias que, en su trayecto, va cambiando de nombre, por lo que pasa a llamarse Norecuatorial y Ecuatorial.
  • A los tres días de partir, el Chango Arrieta le confesó a Barragán ¡que no sabía nadar! Cada vez que le tocó hacer guardia, lo hizo atado al mástil.
  • Se dieron cuenta que se habían olvidado el protector solar, que era fundamental. Usaron grasa de salamín.
  • Debieron sortear dos fuertes tormentas, con olas de más de 8 metros y vientos superiores a los 70 km/h. La primera duró dos días.
  • "Nunca supimos nuestro verdadero rumbo; lo intuíamos y nos guiábamos por las estrellas. Esta incertidumbre nos acompañó siempre”, apuntó Barragán.
  • A los 40 días, aparecieron las primeras señales de que estaban cerca de tierra firme: divisaron ramas y manchas de aceite.
  • En el día 49, una nueva comunicación radial con un barco.
  • El jueves 12 de julio, miles de personas se agolparon en el puerto de La Guaira, a 30 kilómetro de Caracas, para darles un cálido y largamente merecido recibimiento.

 

Habían pasado 52 días. “Nunca tuvimos miedo. Elegí cuatro románticos, enamorados de esta idea. Siempre supe que llegaríamos”, se enorgulleció el capitán de la expedición. Y, sobre el espíritu amateur de quienes emprendieron el viaje, sin patrocinio alguno, agregó: “Es la obra maestra, es inmaculada y perfecta, una invitación al hombre a creer en sí mismo”. La teoría de Barragán fue ampliamente comprobada. 

 

"Que el hombre sepa que el hombre puede... que el hombre sepa que el hombre puede"... respondió Barragán a José María Muñoz.

 

"El más cariñoso y amoroso beso a nuestra novia que soñamos, a la que le dimos forma con nuestras manos, y que nos trajo seguros y salvos hasta América, nuestra por siempre amada Atlantis", concluyó Iriberri a 38 años seguramente mirando a un mundo híper conectado, tecnológico, y que recuerda a estos 5 románticos argentinos.

 

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