Regionales

La miseria

Si algo deja al desnudo esta pandemia del coronavirus, es la miseria que existe en el mundo y en especial en nuestro país. Millones y millones de desamparados que apenas subsisten, mientras por otro lado millones y millones de pesos o dólares se van de entre las manos en aventuras despiadadas que muestran la miseria del ser humano, sin que a nadie se le caiga la cara de vergüenza, donde lo absurdo parece lo normal.

Si bien en nuestro país este problema nos golpea de cerca no quedan dudas de que pasa en el resto del planeta. Nos hemos acostumbrado a ver los padecimientos de los pueblos que huyen de las guerras o el hambre y pareciera que ya nada nos conmueve en un escenario tan dispar.
La miseria siempre existió en el mundo y a través de los siglos pareciera que nadie se ocupó para obtener una vida más equilibrada y solo nos conformamos con los ricos y los pobres, mientras los gobiernos gastan cifras inimaginables en planes principalmente para la destrucción. Si pensamos que solamente un portaaviones de última generación costó la escalofriante suma de trece mil millones de dólares y los aviones que transporta tienen un costo estimado de otros seis mil quinientos millones de dólares, nos damos rápidamente cuenta de la diferencia entre la vida y la muerte.
El crecimiento poblacional del planeta va determinando -y está en estudio- qué hacer en el futuro para lograr una armonía en la convivencia y las necesidades de subsistencia que ello demandará, sin pensar mucho entre las posibilidades de los que menos tienen. Todo este pensamiento que no escapa a la realidad que nos toca vivir, nos hace pensar que todos los planes y las fórmulas estudiadas para lograr un equilibrio, han fracasado. Entonces la prédica de un mundo más parejo se esfuma como agua entre las manos.
Muchas de las teorías religiosas se preocupan por estos problemas de hacer que la vida sea más equitativa, pero por desgracia en la mayoría de los casos no alcanza en su dimensión de hacerla efectivas para el propósito que fueron  enunciadas, si existe el aporte de aquellos que desde su posición de poder ya sea gubernamental o empresarial no se dan por enterados. No alcanza con dar un plato de comida o la mirada compasiva del prójimo para paliar la situación del ser humano en desventaja. Las soluciones deben ser de tal magnitud que difícilmente hasta se piense que algo puede cambiar.
Leyendo esto pareciera más un manifiesto comunista que la interpretación acabada de una realidad que nos golpea. Mientras el mundo sigue andando, en el horizonte no aclara, y probablemente no se encuentre una solución futura a tanta desigualdad, donde muchos sufren la desdicha de no haber obtenido otras oportunidades. ¿Cuál será el futuro?

 

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