Humor negro o la creencia que los argentinos son tontos
por REDACCIÓN CHUBUT 21/03/2014 - 00.00.hs
No es fácil encontrar otra explicación a tan errónea visión de la realidad. No caemos en ninguna exageración si afirmamos que excepto en los tiempos de la Triple A o los del último gobierno militar, nunca se vivieron momentos de tanto dramatismo como los que se están viviendo actualmente como consecuencia de la inexplicable y nefasta tolerancia de un gobierno elegido democráticamente y representativo de un movimiento popular cuyo creador y líder cuando regresó al país después de un largo exilio, el general Juan Domingo Perón, trajo un mensaje de paz y confraternidad que reconocieron y aplaudieron hasta quienes habían sido sus más duros adversarios políticos.
Pero la esperanza de que quienes se consideraban sus herederos iban a seguir ese camino en aras de la reconciliación nacional, muy pronto desapareció y afloró un espíritu de revancha que hizo más profunda la división de los argentinos por la aplicación de un peculiar concepto de los derechos humanos, no permitiendo la cicatrización de las heridas abiertas por un cruel enfrentamiento entre hermanos, donde hubo recíprocas responsabilidades que no se midieron con la misma vara.
Hoy, como hace más de treinta años, la angustia está en la calle. Se vive con miedo. La muerte está a la vuelta de la esquina y no hace diferencias de clases sociales y económicas. Todos estamos en la lista de espera. Se mata con la misma crueldad a un niño para robarle las zapatillas o el celular o a quien tiene un automóvil de alta gama. En ningún lugar del país la gente vive tranquila.
La Patagonia, nuestra querida Patagonia, otrora tierra de paz y de sueños, no hay caminos ni calles que no estén regadas con sangre humana. La delincuencia le ha perdido el miedo a la Justicia. Mejor dicho, se burla de ella.
Si a ese dramático panorama que está a la vista de todos, se le suman los graves problemas que en materia de servicios públicos padece la población y donde la educación pública es el signo más claro y contundente del grado de decadencia en que está inmerso el país desde hace años, cómo puede hablarse de «época ganada», cuando el precipicio aparece como el final del tortuoso camino tomado por fidelidad a un populismo que para lo único que ha servido es para consolidar la pobreza.
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