Regionales

El dominio de la emoción y la negación de la libertad

Nada tiene que ver con el campeonato mundial de fútbol. Tiene que ver en realidad con los sucesos que ocurren en nuestra provincia y que también se extienden a otros lugares de nuestro país.

Es que da la sensación de que la emoción ha dominado al raciocinio hasta un extremo en que se van pulverizando, de manera creciente, los resguardos institucionales en aras de una supuesta libertad. En definitiva, la falta de respeto a la organización estatal, no sólo en lo que significa y es parte de nuestro sistema que hemos acumulado en nuestra cultura nacional, y que hemos plasmado en la república y la democracia, aparece con nitidez.

Cuando observamos tales acontecimientos con beneplácito o nos encontramos participando de tales acciones ¿estamos realmente siendo libres o negando la libertad? Creo que negándola. Podemos narrar la conquista de una serie de derechos, entre los que se encuentran lo que legítimamente reclaman los docentes, pero ello no determina como contrapartida que el accionar pueda adoptar comportamientos que no resisten un análisis racional. Cada derecho  implica de alguna manera una contracara que genera una obligación exigible. Porque la esclavitud a la emoción desecha la idea de libertad. Es cierto que en nuestro país y nuestra provincia tienen garantizado el derecho de huelga los empleados estatales, pero de ninguna manera se desprende que por tal derecho pueda paralizarse la actividad del Estado a tal punto que no puedan funcionar sus instituciones. Mucho menos que, como consecuencia del derecho de algunos, pueda interpelarse en plena calle a ministros. Para eso está el Poder Legislativo. Se ha pretendido justificar extremos donde algunos se arrogan las vías de hecho para manifestar su disconformismo, lo que obliga a considerar esas conductas como delictivas que, lamentablemente, nadie asume como tales, seguramente por temor a las represalias.

Sería interesante tener una reflexión colectiva sobre determinados valores que hoy se encuentran jaqueados por distintos sectores sociales. Por ejemplo, ¿vemos como válida la toma de colegios por parte de adolescentes? ¿Vemos como válida la toma de edificios públicos, caso del Ministerio de Educación del Chubut por parte de los adultos? No hay duda de que si esta última es válida el ejemplo es razón suficiente para considerar válida también la primera. En estas cuestiones debemos ser claros porque está en juego nuestro futuro que, de esta forma, puede predecirse como signado por la violencia y los enfrentamientos, si no adoptamos comportamientos maduros que no están representados por una cuestión de edad. En los años de democracia que llevamos parece que los adultos no hemos aprendido lo que fueron los gobiernos dictatoriales y autoritarios y, como corolario, para no pecar de lo mismo, hemos ingresado en una pendiente donde ya no se le otorga valor a elementos como el orden en una sociedad organizada. 

No obstante, en los discursos se utilizan frases que pretenden «instituciones fuertes» para defender la democracia, pero luego se actúa y se deja manifestar a sectores prácticamente en la anomia y en la anarquía. Tener que suspender la presencia de un Presidente de la Nación en la conmemoración de un día importantísimo para la Nación por cuestiones de seguridad, o escuchar a la ministra de Educación de la Provincia sin poder efectuar sus trabajos en los lugares que corresponden, nos debe hacer pensar. Es que la cosa pública no es propiedad de un sector por más que se sienta agraviado por cuestiones de la política. 
Para expresar su malestar se encuentran otras medidas que pueden ser utilizadas sin alterar los derechos de los demás ni poner en jaque el patrimonio de todos. Es una cuestión de métodos, si no estamos de acuerdo ya llegarán los tiempos de las elecciones para poder expresarnos con total libertad y sostener o modificar un gobierno según nuestras ideas. En el interín seguramente debemos colaborar para poder transitar momentos críticos, en el debate y el diálogo, para entender las preocupaciones legítimas y encontrar la mejor solución en función a las expectativas, pero siempre dentro de la ley y con el respeto de los derechos de los demás.

De no ser así, sería aún mayor el costo para un Estado que se encuentra prácticamente quebrado, aun cuando los reclamos sean legítimos, si permitimos el abandono y el desinterés de lo material o lo inmaterial aumentaremos la deuda y generaremos una mayor frustración. Podremos detener el proceso educativo y formativo. Podremos detener nuestro sentimiento de patria, pero no podremos detener el tiempo. Ese tiempo no utilizado correctamente nos postergará a todos, para algunos será irreparable y para muchos una esperanza nuevamente perdida.
 

 

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