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Atucha III Futuro incierto 6º

Según el contrato suscrito en febrero de 2022 por Nucleoeléctrica Argentina S.A con la empresa China National Nuclear Corporation, (CNNC), Argentina compra “llave en mano” para su ubicación en Lima, junto a las Atuchas I y II, un reactor de tecnología china Hualong-1. Los últimos pasos para el cierre definitivo, a más de un año, siguen sin darse, sin estar claro porqué.

Esta zarandeada, que empezó en la primera década de este siglo, cuando se reactivó el Plan Nuclear Argentino, se ha vuelto una novela interminable.

 

Tal vez el motivo esté en la falta de convencimiento de altos funcionarios argentinos, que la operación es conveniente.

 


Había un pre-convenio por el que los bancos chinos financiarían el 85 % de los 8.300 millones dólares de la compra. Dada la imposibilidad de Argentina de satisfacer su parte, solicitó levantar la cifra al 100 %, propuesta de la que no hay respuesta o, si la hubo, no se conoce. 

 


Al gobierno de Xi-Jinping le interesa la venta, no solo por la utilidad, sino porque venderle al país más desarrollado en energía nuclear de América latina, es una gran vidriera. Tendría entonces que darle lo mismo financiar el 85 o el 100 %, con tal que la venta se concrete. Éste no es el problema.

 


El contrato también prevé que antes de iniciarse la obra, se suscribiría un contrato con la Comisión Nacional de Energía Atómica por el cual China aportaría la tecnología para que en el futuro Argentina fabricara el combustible. La CNNC no transige que la mencionada transferencia de tecnología vaya incluida en el precio del reactor. No parece que este sea el problema.

 


El Hualong-1, que nos venden a más de 8 mil millones de dólares, significa un costo de más de 7 mil dólares el kilovatio instalado. MUY SALADO. Es un precio brutal, ya aceptado por Nucleoeléctrica. Si añadimos el costo de la financiación, intereses, seguros, garantías, etc., superaría los 13 mil millones de dólares, siempre que la construcción no se atrase y devengue más intereses. 

 


Este precio es carísimo, en cualquier evaluación comparativa internacional de costos por unidad de potencia, aun así, China pretende que la transferencia de tecnología se pague aparte.

 


Si aceptamos pagarles por la tecnología del combustible en su versión actual, toda mejora de materiales o de diseño que China desarrolle en el futuro deberá ser objeto de una nueva venta. O sea, quedamos enganchados.

 


Si no nos aportan la tecnología, entonces deberemos importar el combustible. Comprar un reactor a China y tener que importar uranio enriquecido para alimentarlo no parece razonable. 

 


Si tenemos una diferencia con China, por ejemplo, por la pesca ilegal en la Zona Económica Exclusiva del Mar Argentino, o entramos en cualquier otro entredicho fundamental, nos podemos encontrar con una complicación para conseguir el combustible. Es una dependencia que no podemos aceptar.

 


La autonomía en combustibles es indispensable. Para los reactores actuales, el combustible se fabrica en Ezeiza.

 


La alternativa sería diseñar y construir una planta de enriquecimiento de uranio, de mayor capacidad que la de Pilcaniyeu. Tendría que tener capacidades para el consumo del  Hualong-1 y todos nuestros reactores de investigación en línea, y los futuros, como el RA-10. Esto significaría un delicado desarrollo que tomaría tal vez más de una década, siempre que no haya paralizaciones.

 


Desarrollar una buena planta de enriquecimiento, significaría superar las exigencias del Organismo Internacional de Energía Atómica. Además, un choque con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, incrementando la tensión que empezó con la idea de comprarle un reactor de potencia a China.
 (Fuente  AgendAR).
 

 

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