Dos porteros inolvidables: Gregorio Durán y Salvador Restuccia

Entonces, en una de las páginas, se efectuó un reconocimiento a dos porteros históricos: Sebastián Restuccia y Gregorio Durán «don Goyo», recordados por quienes pasaron por las aulas del Colegio y posteriormente Escuela 747.
Uno de los títulos dice: «El inolvidable Restuccia». Entrevistado por el diario en ese entonces, «el restu» o «el viejo» fue más que un simple portero: fue parte del espíritu del Colegio donde vivió durante 50 años.
En el artículo en cuestión, Restuccia recordó: «Me vinculé por intermedio de Osvaldo Crotto, era como ordenanza y recién había salido del servicio militar. me dijo que era por dos o tres meses, pero esos pocos días se hicieron 50 años. Corría el año 1948 y en ese momento el rector era Bussomano, que poco tiempo después fue trasladado a Buenos Aires. La casa del colegio quedó vacía y como yo era soltero y sin familia dije que me podía quedar en esa casa». En el viejo edificio de la calle Sarmiento, las anécdotas son inolvidables: los chicos tenían un gato atado a la palmera, otros pusieron una bomba en un baño con ácidos que le habían sacado a la señora Mirífico y yo les ayudaba a hacer las macanas. En el edificio de la calle Sarmiento «teníamos que ir a prender las estufas a leña y acá teníamos el gas, los baños estaban adentro y tuve 46 años de servicios hasta que me jubilé, después atendí el kiosco que lo tuve hasta hace poquito tiempo».

GOYO, EL PORTERO
Así se titulaba la nota de diario EL CHUBUT de hace 25 años, al hacer el homenaje, hace 25 años, a Gregorio Durán, más conocido como «don Goyo».
El comenzó a trabajar en el año 1951 y se jubiló el 30 de octubre de 1995. Recordó en la entrevista que se le realizara que su función excedía a la de portero porque «hacía de tesorero, pagaba los sueldos a los profesores, iba al banco para que cobren.
* Recordó los picnics estudiantiles donde «jugábamos a la mancha, al ladrón y vigilante, en la chacra San Cristóbal, las chicas y varones y yo mezclado con ellos». 
*Evocaba en sus recuerdos al doctor Margara y al profesor Genovesio, pero sus inicios fueron con don Fermé: «En esa época se usaba mucho el pañuelo al cuello y yo me presenté así y me dijo que no podía venir con un pañuelito porque todos los ordenanzas venían con corbata, así que le pedí permiso porque vivía a una cuadra y me cambié.
«La bandera había que subirla los domingos a la mañana, así que cuando salía de la milonga pasaba y subía la bandera y a la tardecita también pasaba y la dejaba en la Sala de Química».