La cultura popular de la ciudad vieja

El concurso de tangos de 100 pesos y las diversiones de entonces

Testimonio de Tirso Marcelino Fernández sobre los recuerdos de la juventud trelewense. Los concursos de tango en el Bar Águila eran el centro de atención, los colegios Santo Domingo y María Auxiliadora formaban parte de la educación de la época, y los alegres carnavales llenaban las calles de diversión y color. Además, reviví los bailes en el "Molino de Oro" y conocé cómo era el centro de Trelew en una era donde las calles eran de tierra y piedra.

por REDACCIÓN CHUBUT 02/10/2023 - 09.17.hs

Foto familiar. Las dos nenas son Martha y Mechi Fernández, hijas de Tirso. El aparece junto a su mujer María Argentina Violi. Y el matrimonio mayor con sus suegros, Santiago Violi y Erlinda Domínguez de Violi.

 

(Serie de publicaciones en el marco del 137º aniversario de la ciudad de Trelew. Historias extraídas del suplemento especial del Diario EL CHUBUT "Trelew 120 años" publicado en el 2006 y reeditado en el 2016).

 

“Recuerdo que no había muchas diversiones en esa época. Cuando yo tendría 16 ó 17 años, acá se hacían concursos de tango y yo había aprendido a tocar el bandoneón en el Conservatorio Fracassi, que estaba en Trelew. Me enseñaron y a los seis meses yo manejaba el bandoneón como el mejor. Lualdi era el profesor, el dueño del conservatorio. Y me enseñaba muy bien todas las tonadas. Él sabía que yo me estaba preparando, entrenado para presentarme en el Bar Águila, al lado del Bar Español. Ahí se hizo el concurso.

 

Éramos seis los que nos habíamos presentado. Entre los seis había un marinero que estaba acá y era amigo mío, y cantaba muy bien. Se empezó el sorteo y se largó nomás y yo me asusté cuando lo vi llegar al rector del colegio, porque era habitué el Bar Águila, no era muy santo. Entonces, mi papá no quería que fuera y mi abuela le dijo, 'vos sos de otra época, dejalo que vaya, si éste sabe hacer de todo y se va a ganar el premio". Así, antes de que se hiciera el concurso, se hizo la votación y dijeron: Primer premio para Tirso Marcelino Fernández. Y era yo. Cuando me dijeron que había sido el primero no podía creerlo. Y me viene el marinerito, que era amigo mío, me dio un abrazo y me dijo: mirá galleguito, yo sabía que me ibas a ganar pero te lo mereces. ¿Sabés cómo era el premio? $100, era un montón de plata. Mucha plata para un chico de 16 años. Y a la plata la tuve guardada un tiempo y después me la gasté”.

 

¿Te acordás de Santo Domingo?

 

“En el colegio Santo Domingo recibían a los alumnos que venían de lugares alejados y les daban pupilaje. Estudiaban y vivían ahí, en el colegio. Eso duró varios años. Después fue decayendo... los sacerdotes ya no daban clases. Al lado estaba el María Auxiliadora, donde iban únicamente las mujeres.”

 

“Ahí estudiaban dos hermanas mías. Ibamos todos juntos. La educación era muy buena, les enseñaban mucho de la Iglesia Católica y esas cosas. A nosotros nos gustaba, pero había otros compañeros a los que les hablabas de colegio de curas, de misas, y no querían saber nada. A nosotros nos gustaba e íbamos siempre. En sexto grado estaba el Padre Juan Muzio de director y el padre Rodríguez de profesor. Me acuerdo que teníamos que ir muy prolijos, linda presencia”.

 

“El Padre Juan Muzio era un batallador de la Iglesia, y hacía los viajes desde Trelew hasta Esquel con un camioncito viejo, todo destartalado. Cuando llegaba a algún paraje y venía alguna tropa (un grupo de cargos que traían la lana de allá), los “manejantes” lo invitaban a comer. Y él se quedaba y compartía con ellos. Y así fue pasando el tiempo y siempre que pasaba por allí le preparaban la comida. Al Padre Juan todo el mundo lo quería. Era un hombre que se ganó a todo el Chubut, de Trelew a Esquel, de Esquel a Comodoro, de Comodoro hasta Río Senguer. Andaba por todos lados, en ese cachirulo viejo...”.

 

La muchachada. De izquierda a derecha: Félix Crespo; Ismael Algarra; Leandro Sánchez, Antonio Sánchez; Ramón Mairal; Domingo Margusino; José Lema; Luis Suárez, Tirso Marcelino Fernández. Los curas son el padre Juan Muzio (director del Santo Domingo, por entonces) y el padre Rodríguez, profesor de 6.º. Los muchachitos de la foto son la promoción 1936 del mencionado colegio católico.

 

Alegría de Carnaval

 

“En los carnavales estábamos todos hasta las 12 de la noche, con los bailes en el San David. Nos disfrazábamos todos. Yo participé con la Compañía Cervecera del Sur, éramos diez muchachos, yo ya tenía 18 años, recorríamos Trelew, Gaiman y después íbamos a Rawson. Nos daban un premio, pero se lo teníamos que dar al que nos preparaba, ‘Miche’ era el nuestro. Toda la familia empezaba a trabajar para los carnavales en septiembre. La hermana, algunos vecinos que ayudaban para hacer los trajes, y todo eso. Eran cosas lindas, para nosotros eran cosas muy lindas”.

 

Los carnavales pero en 1960. Todavía se mantenían las tradiciones.

 

De holandesas. Consuelo García y Luciana De Woley para carnaval de 1940.

 

En la década del 40. Los platos voladores llamaban mucho la atención a la gente.

 

Una toma del carnaval de 1928.

 

Bailando en el Molino de Oro

 

“Íbamos a los bailes de la tarde, al 'Molino de Oro', estaba lindo, iban todos los chicos y las chicas. Bailábamos de todo un poco, paso doble, tangos... Tango era lo que más se bailaba. Tres o cuatro piezas de música. Para sacar a bailar a una muchachita no había problema. Tenías que levantarte de la mesa y si tenías cierta confianza con la chica le hacías una señita con la mano y si se paraba era porque quería bailar, si no se paraba no había baile para uno. Y había muchas chicas lindas. Algunas eran más o menos, pero no les podían cerrar la puerta para que entraran, pero nos divertíamos bien”.

 

La esquina en donde terminaba Trelew

 

“Siempre recuerdo cuando las calles eran totalmente de tierra y piedras. No había asfalto, no había nada. El centro era muy chiquitito. Empezaba en Avenida Fontana, hasta la calle Pellegrini. Eso era lo más céntrico. Ahí estaba la farmacia Querol, habían venido de Dolavon y se instalaron ahí”.

 

“El centro tenía pocos negocios. Los grandes eran La Anónima, Diego Meyer y Compañía, que era una firma de Bahía Blanca que tenía una sucursal acá, y funcionaba donde hoy está el Casino Club. Era un negocio grande, un poco rústico, pero muy surtido”.“En esa misma vereda de la calle Belgrano, llegando a la 25 de mayo, seguías media cuadra y ahí estaba La Anónima. Después la zona céntrica, era donde estaba el Banco de la Nación, ahí donde está hoy...”.

 

“Yo vivía en 25 de mayo y Ameghino. En esa esquina terminaba Trelew. Ahí estaba el último farol. Había faroles altos y nosotros, cuando éramos chicos, en la época de primavera y verano, nos sentábamos ahí en ronda, abajo del farol de luz”.

 

Testimonio. Tirso Marcelino Fernández

 

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