Los personajes de Trelew: don Pancho Abraham y su almacén de la memoria
Pancho Abraham, de familia sirio libanesa, es uno de los personajes más conocidos de la ciudad. Se dedicó a todo tipo de comercio, y tuvo su barraca en 25 de mayo 72, durante muchos años. En su relato, amontona recuerdos de la Trelew de mediados del siglo XX.
por REDACCIÓN CHUBUT 09/10/2023 - 09.51.hs
Pancho Abraham. De niño, con su tía Cata, en unas vacaciones.
(Serie de publicaciones en el marco del 137º aniversario de la ciudad de Trelew. Historias extraídas del suplemento especial del Diario EL CHUBUT "Trelew 120 años" publicado en el 2006 y reeditado en el 2016).
Testimonio. Asmed Pancho' Abraham.
“Yo iba a la Escuela Número 5, cuando estaba arriba. Me acuerdo de mi maestra, Olga Calderón, y de Emma Miranda, “que después fue directora. Fui hasta quinto grado allí, en sexto grado me cambié a la 123 donde mi maestro era Fioqui. Esa escuela estaba donde ahora están la mueblería de Pes, y Fiorasi. Esa era la escuela, teníamos un patio muy grande. Me acuerdo que en ese tiempo no se jugaba al básquet, se jugaba al cesto, donde se hace el pase pero no se caminaba.
“Yo era un muy buen jugador, metía muchos goles, era el preferido del equipo”. “En ese momento jugábamos los campeonatos de fútbol con el Colegio Ingles. Me acuerdo que en el Inglés casi todos eran pupilos. Casi todos eran gente de categoría. El Director era Mister Dinn”. “Me acuerdo que ya de grandes, en una fiesta que hizo Mister Dinn porque los fines de año hacía fiestas para todos y nosotros fuimos de colados con los muchachos; estaba con Fernández y Vecchio.
Fernández lo llamó a Mister Dinn y le dijo: 'Mister Dinn, pero acá no hay nada de comer”, entonces empezó a comerse los vasos, porque él masticaba vidrio, agarró un vaso y empezó a comerlo. Es una de las cosas que me acuerdo de esa época”.
Los billares del Español
“Después, cuando salí de la escuela, trabajaba en la tienda de mi papá e iba al Colegio Nacional, donde hoy es la casa de Williams. Fui a la nocturna, entrábamos a las 19:40 y salíamos a las 22:45. Yo tenía 16 años en ese momento y jugaba muy bien al billar. En el Bar Español estaban los billares, donde hoy es Sugar, y ni bien salía del colegio me iba derecho a jugar al billar. No podía entrar porque en ese tiempo si no tenías 18 años no podías ir a los bares. Sin embargo a mí me hacían entrar por la puerta de atrás para jugar al billar. Y había un gitano que era de los Traico, de los famosos gitanos Traico, un tipo alto, grandote. Y jugaban por plata. Y este Traico me llevaba de compañero, jugábamos de cuatro y ellos apostaban. Y bueno, a mí me esperaban con los brazos abiertos para jugar. Son anécdotas que no me puedo olvidar nunca. Mi papá era muy liberal con nosotros, no había ningún problema”.
La tienda y el mercachifle
“Teníamos una tienda y vendíamos ramos generales, despachaba a la gente que venía a comprar del campo. Y entonces empecé a trabajar en la escribanía de Martínez, hasta que Martínez le transfirió a Carlos María Gómez. Después salí y empecé a andar de mercachifle. Mercachifle es ir con mercadería al campo y traer pieles. Me acuerdo que como yo era tan chico, mi padre me mandaba con un tal Manuel Cabezas, un gran amigo de la familia y que había sido el puestero del campo 'El Moro' de mi papá. Y con él íbamos a la zona de Río Pico, Camarones, por toda esa zona a buscar pieles. Nosotros llevábamos bombachas, alpargatas, la ropa de campo que se usaba. Y hacíamos trueques. Entonces íbamos y traíamos. Me acuerdo que mi padre hizo una sociedad con lannini, para comprar cueros de guanaquitos porque tenía una orden de Buenos Aires. En ese tiempo se compraban los chulengos, los guanaquitos y había permisos para cazar. No es como ahora que fauna te da ciertos permisos y nada más. Antes era libre, se cazaba mucho. Y nosotros alcanzamos a juntar 16.000 cueros de guanaquitos”.
“En ese tiempo estaba la barraca de La Anónima, donde hoy está el edificio grande de Fernandes, donde está Fiorasi. Todo eso era la barraca de La Anónima. Ahí enfardábamos los cueros y los mandábamos a Buenos Aires. Enfrente al Galicia estaba la Barraca de Corradi y atrás, donde hoy es la Ford, estaba la barraca de González Taules y compañía”.
La redonda, y otros deportes
“Jugué al fútbol en Racing desde la Cuarta División hasta llegar a Primera. Llegué a jugar con mi hermano, 'El Chino' que era muy buen delantero, yo era muy buen defensor. Y acá en Trelew en ese tiempo la rivalidad era Racing e Independiente, No estaba Huracán, después vinieron otros clubes. Acá era como River y Boca. Y paradójicamente mi hermano 'El cholo' jugaba en Independiente. Se había metido ahí porque la barra de él, que eran más chicos, con Salem, “el nono” Humprheys, eran todos de Independiente. Nosotros éramos de Racing. En ese tiempo, para ir a Madryn a jugar había que ir en camión, sobre camino de tierra”.
“Íbamos a Madryn, a Rawson, a jugar a Gaiman, a Dolavon. Y paralelamente practicaba ciclismo y corríamos con los muchachos de Vitores, los Selli, que eran muy buenos ciclistas. Ricardo Vitores era uno de los mejores. Yo corría en una categoría menor con su hermano Ceferino, alrededor de lo que hoy en la laguna Chiquichano. Ahí, en ese tiempo, en invierno se congelaba y caminábamos por arriba. Una vez hasta un Ford T se subió y anduvo arriba de la Laguna. Me acuerdo que acá había una inglesa, la esposa del Doctor Ramouget, que fue juez federal acá. Ella sabía patinar y era un espectáculo verla en la Laguna Chiquichano”.
“Nadábamos en Playa unión y me acuerdo que nos entrenábamos con Cacho Gatica, que era muy buen nadador. Fuimos a correr a Madryn, me acuerdo que yo salí segundo, atrás de Garagarza”. “Nosotros en la cancha de fútbol de Racing, era tanto el amor propio que teníamos que yo llegaba a llorar cuando perdíamos. Y nos peleábamos también. Pero había una rivalidad muy grande entre Racing e Independiente”. Jugué al básquet, nosotros fundamos el club de básquet. Cuando se empezó a jugar acá nosotros jugábamos en El Molino de Oro, que servía también para baile. Y jugábamos al básquet y allí conocí a mi esposa”.
En los courts
“Tito Stancchi fue un íntimo amigo mío y fue muy buen jugador de tenis. Y cuando yo incursioné en tenis jugaba de pareja con Arévalo, que era un empleado de banco que venía de Rawson, era un gran jugador. Si hubiese estado en Buenos Aires habría sido profesional. Y nosotros en dobles le ganamos a la pareja Vilches y Kexel, que eran los campeones en ese tiempo. Y ganamos varios años, éramos los mejores. Y jugué también un año con Castellano, también ganamos el campeonato de ese año de dobles, porque yo no era singlista. Hasta que vino la pareja de Vilches hijo y Parry y fueron siempre los campeones. Jugaban muy bien. Yo dejé el tenis, iba de vez en cuando pero no jugué nunca más torneos”.
Vamos a la playa
“Nos íbamos a Playa Unión en un tren que tardaba dos horas. Era muy lindo. El tren era una fiesta, iba lleno y la gente iba a la estación de Rawson a mirar cuando pasaba para Playa Unión y cuando volvía. Y cuando llegábamos a Trelew, era un mundo de gente esperando para ver quién llegaba. Me acuerdo que las casitas de la playa eran todas de chapa, tal cual la que está la casilla histórica de Vilches. Me acuerdo que en una oportunidad vino una gran marejada y se llevó todo. Iban las casillas nadando, mar adentro; casillas enteras. Sellevó todo”.
“Nosotros solíamos ir en bicicleta a la playa también. Nos gustaba ponernos a la par del tren, porque venía por el camino de abajo paralelo a la vía. Era una travesura, la de ir ganándole al tren en bicicleta”.
A bailar
“Nosotros con los muchachos salíamos a bailar a “El Molino de Oro”. Y los mejores bailes eran los carnavales del Club Independiente. Y también eran famosos los bailes de Dolavon. Muchas veces se iba uno a Dolavon a bailar. Me acuerdo una vez que le prestaron el auto a Vecchio para salir a bailar, un Ford A, cuatro puertas, con capota. Y el viejo Vecchio se lo prestó a Alfredo y fuimos a bailar a Gaiman al salón Español. Me acuerdo que Fernández venía agarrado y no sé quién cerró y abrió la puerta y le apretó y le sacó un pedazo de dedo. Iban Fernández, Vecchio, Giudetti, Tito Stancchi...”
“Íbamos a los carnavales en el Club Independiente y todo el mundo se disfrazaba, eran una cosa espectacular. Una vez nos disfrazamos con el escribano Gatica, nos disfrazamos del Gordo y El Flaco y nos fuimos al baile de La Española de Madryn, los dos como unos pavos, porque con ese disfraz no podíamos ni bailar. Es un recuerdo que tengo con el Rubio Gatica”. “Muchas veces me disfrazaba en los carnavales de acá, en la calle 25 de Mayo hasta donde está actualmente el Banco Nación. La mayor cantidad de público estaba donde hoy está Sugar hasta Aerolíneas, ahí se llenaba de gente. Y empezaba a las 10 y terminaba a las 12. A las 12 Manuel González, le decían Alejo González, tiraba la bomba, y al tirar la bomba todo el mundo jugaba con agua libre. Íbamos con piloto a jugar, a baldazos, en mi casa se subían arriba de los techos y estábamos a los baldazos limpios. Eran unos carnavales espectaculares. Y me acuerdo que al otro día quedaban unos 30 0 40 centímetros de serpentina, papel picado y serpentina. Era una gracia tirar serpentina, todo el mundo tiraba, y ni hablar de los lanza perfumes, que la gracia era tirarla a los ojos...”
La Colimba
“Me tocó el servicio militar, ya de 20 años. Nos llevaron a Comodoro Rivadavia, ahí era la concentración. Te revisaban y te mandaban a Trelew, a Comodoro o a Río Gallegos. A mí me tocó irme a San Carlos de Bariloche. Se vivía muy mal el servicio militar, los militares eran muy bravos, muy severos. Me acuerdo que a mí me tocó en Bariloche, en una compañía de tiradores, que eran de infantería de montaña y era de a pie. Y la compañía que me tocó a mí eran 115. Y había alrededor de 100 analfabetos, que eran todos los que venían de la zona de campo cercana a Bariloche. A mí me tocó estar de oficinista y fue el año en que se le ocurrió a Perón fabricar la bomba atómica y trajo al ingeniero para armarla. Entonces nosotros no tuvimos bajas, estuvimos 18 meses en el servicio militar. Me acuerdo que cuando yo salía de franco, en el cine central estaba ‘Josecito' Sáez. Y él me dio un camarín para que yo me cambiara de civil. Yo tenía un camarín ahí abajo porque era un cine teatro. Y a veces le ayudaba a José con las entradas, y todo. Y bueno, ahí estuve con la mala suerte de que ese año falleció papá estando yo en la colimba. Me dieron unos días par venir y nada más. Después tuve que volver, y me tragué los 18 meses, perdidos; porque tengo todos malos recuerdos del servicio militar. Ya con la muerte de papá tengo un recuerdo muy malo”.
El cine
“En el cine Verdi cobraban 20 ó 30 centavos la entrada. Había platea y 'gallinero'. Nos colábamos... Muchas veces Calixto González nos dejaba entrar, un Marziali era el boletero ahí. Y otro Marziali, que era un mecánico de Corradi, era el que proyectaba la película de arriba. “Arriba estaba el proyector. Y en cada acto se paraba y se ponía todo en negro. Y me acuerdo que cuando daban una película de cowboys había un galenzo viejo que bebía mucho, y todo el mundo lo tomaba para la cargada. 'Seventy one' le decían, 71. En la película lo estaban por matar a Búfalo Bill entonces empezó a gritar: ‘¡¡¡Guarda Búfalo Bill, guarda Búfalo!!!’ Y de allá arriba se silbaba y se gritaba, y a cada rato nos hacían callar. Y en el cine en ese tiempo, para ir a la platea vos tenías que ir con saco. Después se empezó a permitir la entrada sin corbata, y al final se terminó en mangas de camisa”.
La confitería Torino
“La Confitería Torino son palabras mayores. Todas las tardes yo merendaba con las masas de la confitería. La puerta tenía un timbre, ellas estaban ocupadas en el fondo porque hacían las masas, hacían ravioles, comida... Y tardaban en venir siempre. Entonces yo entraba y me servía una masa primero, y después les compraba media docena. Me acuerdo como si fuera hoy, yo iba a la confitería y compraba: dos cañoncitos, dos bombitas y dos polvorones, los polvorones eran grandes como una mano. Primero me comía los polvorones, con un tazón de leche, después los cañoncitos y después las dos bombitas. Siempre dejaba las más ricas para lo último”.
Las kermeses
Siempre iba a las kermeses que se hacían en el San David. Había ruleta, “la argollita' para embocarle a la botella. A mi hermano el Chino no lo dejaban tirar porque las embocaba todas. Y eso también se hacía en los carnavales. En las esquinas también había juegos de esos de tirar la argollita a la botella. En las quermeses los premios no eran en efectivos sino que te daban artículos del hogar, muñecas. Era muy divertido, todo el mundo iba a las quermeses. Había mucho respeto, en ese tiempo, ahí no te pra hacerse el loco”.
La relación con las chicas
“Para bailar con las chicas, uno cabeceaba. Es como dice el tango 'Campaneá a las minas que sepan bailar, no saqués bagayos que dan pisotones, dejalas que aprendan a fuerza de planchar’. Es decir, uno elegía más o menos la que le gustaba, entonces le hacías: ‘bailamos’, un cabezazo y te contestaban con otro cabezazo. Y si no cabeceaba, ibas y estaba la mamá y el papá y les preguntabas, "permiso, ¿puedo bailar con su hija?'. Y te respondían por sí o por no. Pero era así, con todo respeto”.
“No existía pasar a buscar a una chica a la tarde. Con las chicas se daba la 'vuelta del perro". Las chicas venían a la plaza y caminaban alrededor de la plaza y de las calles, y vos te le apilabas o no, o charlábamos. Pero no era fácil porque éramos muy retraídos, muy tímidos. No es como hoy. Hoy el libertinaje que hay es impresionante. Antes todo era de usted, hasta con la familia”.
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