Fin de Semana

“El Naufragio”

Se trata de una obra de Cristina Isabel Cámpora, que fue seleccionada entre los mejores cuentos en la categoría para mayores de 18 años en el concurso literario organizado por la Asociación Educación y Valores de Chubut, junto al Voluntariado de Lectura de Chubut y el Cenpat, con el auspicio de diario EL CHUBUT.

por REDACCIÓN CHUBUT 02/07/2021 - 23.07.hs

EL NAUFRAGIO

 

 

Finalmente estamos saliendo a esa excursión de pesca, programada con tanta anticipación y que varias veces debimos postergar.

 

 

El día es agradable, quizá algo ventoso, pero el timonel es avezado en el mar y está tranquilo. No hay nada que temer.

 

 

Somos un grupo de cinco amigos: Nahuel, apasionado por la pesca, que fue el promotor de todo; Marina, su novia, es muy delicada (que contrasentido, con sólo sentir olor a pescado le dan náuseas); Mariano, experto surfista a quien le circula agua salada por las venas; Erika, la novia y compañera mía en la Facultad de Biología, y yo, sola y sin novio por el momento.

 

 

Nos alejamos bastante de la costa y Pedro, el conductor, echa el ancla cerca de los arrecifes porque Mariano quiere incursionar en el buceo, y allí, en esas aguas límpidas puede hallar bellezas inimaginables. El se sumerge con el equipo correspondiente, mientras Nahuel arroja el sedal por la borda y espera ansioso que pique algún pez.

 

 

Las chicas tomamos sol y charlamos. Marina dice que el movimiento del bote la marea y yo pienso… ¿No estará embarazada?

 

 

Repentinamente el viento arrecia, casi huracanado. Pedro habla de regresar, pero debemos esperar que Mariano salga a la superficie. Son momentos interminables y no tenemos forma de avisarle. Las olas son cada vez más altas y una de ellas nos arroja contra las rocas, abriendo un rumbo en el casco, por donde comienza a brotar el agua. Felizmente Pedro hizo funcionar el equipo de radio y dice que pronto vendrán por nosotros.

 

 

La embarcación no resiste y se parte antes de que atinemos a colocarnos los chalecos salvavidas

 

 

Yo nado bastante bien, por lo que traté de mantener a flote a Marina, a quien veo débil. Erika, aferrada a un tablón, es llevada por el oleaje. Los muchachos tratan, como yo, de seguir en la superficie hasta que lleguen en nuestra ayuda. A Mariano no se lo ve por ningún lado; las olas son muy grandes y él tiene tubo de oxígeno, debe estar a salvo.

 

 

Escucho los motores de las lanchas de rescate y con gran esfuerzo llego hasta allí y entrego a 

 

mi amiga; al menos ella estará segura.

 

 

Lo veo a Nahuel, que con gran sacrificio continúa flotando y le alcanzo una tabla para que se sujete hasta que lo recojan.

 

 

Me faltan las fuerzas; se entumecieron mis piernas me duelen los brazos. No puedo más… me entrego…

 

 

Despierto en un mullido colchón de algas; a mi alrededor peces de diferentes tamaños y colores me observan impasibles… ¡Estoy sumergida! ¡No entiendo!

 

 

Siento un cosquilleo en los brazos y veo con horror innumerable cantidad de animalitos adheridos a mi piel. Creo que son sanguijuelas, que chuparán mi sangre y me sacudo frenéticamente intentando liberarme.

 

 

Los cardúmenes frente a mí se abren para dar paso a un delfín majestuoso, pero en estas circunstancias es intimidante.

 

 

—No temas, sólo queremos ayudarte. Los hipocampos tratan de insuflar nuestro modo de respiración en tu cuerpo, para que puedas vivir entre nosotros.

 

 

— ¿Cómo es posible que entienda tu lenguaje, cuando los científicos por años lo han intentado sin resultados?

 

 

— A ellos no se lo permitimos, pero ahora tú eres parte de nuestro medio. Para ellos has desaparecido.

 

 

—No logro comprenderlo. ¿Ocurre esto con todos los que mueren en el mar?

 

 

—¡Oh, no! Somos una comunidad pacífica y sólo adoptamos a los que por sus condiciones merecen pertenecer. Hemos visto como tú dejaste hasta el último aliento para ayudar a tus compañeros y eso es muy loable Por supuesto que si deseas permanecer entre nosotros debes aceptar nuestras condiciones, de lo contrario indico a los hipocampos que cesen en su tarea

 

—¿Y cuáles son esas condiciones? Me decís que son pacíficos, pero yo se que hay depredadores entre ustedes.

 

 

—Si, somos depredadores unos de los otros, pero solamente cuando el hambre apremia. Es una necesidad primordial y además para evitar la superpoblación de nuestro medio ambiente.

 

—Bien, acepto. Pero yo no soy un depredador natural. Si tengo hambre… ¿qué comeré?

 

 

—No te preocupes, para los de tu clase (porque aquí no eres de ninguna especie), tenemos la alimentación apropiada.

 

 

En este instante asoma un enorme pulpo, trayendo en sus tentáculos gran cantidad de algas diversas.

 

 

—Él te enseñará dónde están y tú elegirás las que más te agraden.

 

 

—¿Entonces puedo recorrer el mar? No sé si podré nadar al ritmo de ustedes; mis piernas están preparadas para caminar y correr, pero en el agua soy torpe.

 

 

Al decir esto miro mis miembros inferiores y noto que han desaparecido; en su lugar una gran cola plateada culmina mi cuerpo y al más pequeño movimiento me deslizo con agilidad por las aguas.

 

 

— En la tierra a esto lo llamamos “sirena”. ¿Decís que hay muchos como yo?

 

— No muchos; los humanos no son tan buenos como creen: suelen ser egoístas, avaros, piensan solo en ellos. Pero algunos hay, quizá te resulte difícil hallarlos. ¡Nuestro mundo es tan amplio!

 

 

Comienzo a nadar y retozar en ese océano inmenso, hasta que mi mentor, el delfín, me llama:

 

 

— Una advertencia más: no te acerques a las costas ni a los buques. Si los hombres te ven serás motivo de una cacería implacable, y terminarás como espectáculo en algún acuario. Otra cosa: si encuentras alguno de tu condición, puedes hacer amistad, pero debes saber que no estás en situación de reproducirte, eres un híbrido y la duración de tu vida será como la de un humano. Cuídate de los tiburones, que son los únicos que podrían dañarte, y disfruta de la vida acuática.

 

 

Y salgo flanqueada por mi amigo el octópodo a recorrer las profundidades. Me indica las mejores algas, pero no le puedo prestar atención, arrobada por tanta belleza que nunca imaginé. Ya no me importa el sol ni el aire, éste es un mundo mágico donde se puede vivir en completa libertad… y lo disfruto.

 

 

Cansada, cierro los ojos y me dejo llevar por la corriente.

 

 

Cuando los abro una luz potente me enceguece… estoy en un mullido colchón… de blancas sábanas. Un gran cardumen de gente vestida de blanco me rodea, me observa con curiosidad. Me palpan los brazos…

 

 

—¡Reaccionó! ¡Salió del coma! ¡Bienvenida a la vida!

 

 

¡Qué decepción!

 

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