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La Argentina bombardeada

Sin terremotos significativos, sin tsunamis, sin catástrofes de envergadura, en síntesis, sin dificultades naturales, nuestro país tiene serias contradicciones. Es cierto también que, ya desde la época de la revolución de mayo de 1810, se encontraban en discordia diversas tendencias.

También es cierto que, para llegar a la conformación de una República, diversas ideologías pretendían una monarquía constitucional, o ser un protectorado de una potencia europea. Todo eso llevó años hasta que se impusieron otras ideas y, no sólo la revolución francesa sino también las instituciones impuestas en los Estados Unidos de América del Norte, señalaron un rumbo para iniciar una vida de Estado-Nación institucionalizada. 
Hoy, a más de 200 años de aquellas tribulaciones, tenemos otras que ponen en serio riesgo nuestra institucionalidad pero, básicamente, nuestra vida como sociedad tendiente al bienestar general. ¿Qué nos ha pasado? Es evidente que hemos involucionado, por cuanto ya acumulamos años de historia en los que no resolvemos nuestros problemas, sino que sistemáticamente caemos en los mismos vicios y errores. Yo creo que hoy los hemos profundizado, si observamos las estadísticas. También si sólo observamos a nuestro alrededor. Nunca la pobreza ha invadido como ahora las diversas clases y sectores sociales y la seguimos alimentando: con las altas tasas de inflación, con la eliminación de los valores, con la pérdida de la educación y de la salud y con las perturbaciones en las determinaciones de las políticas, aún en el propio seno del gobierno.
Ni que hablar de la seguridad, del salario y de la falta de inversiones privadas sin las cuales no podrá existir empleo genuino. No obstante lo expuesto hay una puja por obtener el poder, de sectores dirigenciales, que ocultan silenciosamente el porqué de sus apetencias. 
En el entretiempo observamos una argentina bombardeada. ¿Y que quiero decir con esto? Que mientras todo aquello ocurría hemos destruido lo poco que había sobre la superficie. Hoy el proceso de descapitalización de la Argentina, para poder crecer, nos impondría tener una realidad diferente. El capital de la Argentina en infraestructura está demolido u obsoleto. ¿Cuánto pensamos que nos puede costar haber estado tantos años para construir una autovía, como por ejemplo de Puerto Madryn a Trelew? Cuando se podía mejorar una mano se deterioraba la otra. Así debe haber infinidad de ejemplos. 
Miremos sólo Trelew que supo ser un polo de atracción. Hoy seguramente en la mente de muchos debe ser una causal de expulsión, del que en muchos casos no se puede realizar, porque ya no quedan fuerzas para despedir los años de ocupación y preocupación; aunque muchos jóvenes que tienen la posibilidad, seguramente se van sin mirar para atrás. Pero no es el caso de Trelew, es sólo un ejemplo, por cuanto la Argentina toda dejó de ser el lugar mirado en el mundo para realizar la vida. 
Cuando nuestro presidente da los discursos de esperanza para aquéllos que deben quedarse en el interior del país seguramente no observa lo que pasa a su alrededor. Cuando la vicepresidenta arroja dardos venenosos a su propia coalición, seguramente no piensa en la buena política para la recuperación, y cuando la oposición discute el sexo de los ángeles no toma debida conciencia que debería estar proponiendo las bases para salir de este atolladero. Nadie duda de la garantía de las instituciones democráticas pero sí que no existen ideas que, precisamente recordando el pasado o aprendiendo de la historia, sean capaces de girar lo suficiente para no chocar contra la misma piedra. En Argentina se supo hacer. En Argentina no existieron siempre los cráteres del bombardeo. En Argentina supo haber un proceso de industrialización liviana y pesada y se supo generar valor agregado a las materias primas. Yo creo que es posible volver a hacerlo. Depende de nosotros tener un mayo republicano y federal que apueste a un plan de recuperación y crecimiento.

 


 

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