opinión

Al Presidente se le soltó un patín

El affaire $LIBRA desnuda cómo funciona el poder, pero también la falta de opciones disponibles.

 

Por Luis García Valiña.

por REDACCIÓN CHUBUT 25/02/2025 - 11.10.hs

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No ha pasado mucho tiempo desde que la práctica de salpicar columnas de opinión con frases de los Redondos pasó de ser el salto y seña que indicaba que uno estaba en la pomada a lo que verdaderamente es, una muestra de inmadurez estética, como mínimo, y acaso de insolvencia moral. Pero yo tengo una: "venía rápido, muy rápido y se le soltó un patín".

 

Mientras el cryptogate comienza lentamente a apagarse, un poco por la estrategia comunicacional del gobierno y otro poco porque en esta época de aceleración todo se desvanece en el aire, podemos empezar a preguntarnos si este asunto tendrá alguna consecuencia duradera. Mi impresión es que no. Ciertamente, el dinero ha cambiado de manos, y no hay que descartar consecuencias legales más adelante. Pero todo ha de quedar más o menos como está. El Gobierno manteniendo altos niveles de apoyo, la oposición fragmentada y tirando tiros en la oscuridad, etc. Quedará, sí, de un modo más o menos perdurable, la confianza herida en la infalibilidad, no del Gobierno, sino del propio Presidente, y la sensación de que algo tiene que cambiar.

 

Que hay que cambiar cosas nos parece obvio a quienes votamos a Milei para escapar del destino funesto que representaba un neokirchnerismo bajo la tutela de Massa. Nosotros persistimos en una mezcla de incomodidades y emociones negativas que solo se resolverá cuando respondamos a la pregunta que este suceso, quizá, contribuye a insinuar, o al menos me gustaría que lo hiciera; es decir, qué tenemos para ofrecer en el próximo turno. Pero volveré a eso más adelante.

 

Hay algunas cosas que a esta altura son innegables. Primero, la responsabilidad del propio Milei y su inescapable mala praxis. Muchos han señalado ya que la estafa de $LIBRA no hubiera sido posible sin el disparador del tuit presidencial. Por otro lado, y como es obvio, no importa si los damnificados son locales o extranjeros. Parece increíble tener que remarcar esto, y más a un gobierno libertario, pero el derecho de propiedad no distingue nacionalidades. Más allá de eso, hay otra falla ideológica en el mismo acto de promover una iniciativa así. Semejante impulso a una iniciativa privada no solamente cae por fuera de las competencias máximas de un ideal Estado mínimo, sino que introduce una desigualdad arbitraria e injusta entre los agentes del mercado. Y no es algo que se pueda condonar bajo la excusa de las necesidades impuestas por la realpolitik.

 

Por otro lado, lo que queda al desnudo una vez más es la estructura de la toma de decisiones. LLA exagera el ultraverticalismo que es la marca distintiva de cómo se organiza el poder en el país desde que somos un país o incluso antes. Ni siquiera tenemos un gobierno de elites, las decisiones se defieren a una sola persona. Sin embargo, el punto más importante es que esa persona funciona como la garantía de la legitimidad del gobierno.

 

Milei ofrece como salida del problema su propia incapacidad para distinguir entre el hombre privado y la persona, pero en realidad tiene toda la razón. LLA no ha ganado por sus equipos, ni por la solidez del armado político, ni por la fiabilidad de los procesos de toma de decisiones. Ganó justamente por el carácter disruptivo de la personalidad del propio Milei, un outsider que ha roto no solo con las reglas implícitas en la praxis política desde la recuperación de la democracia, sino con las normas más elementales del decoro y la razón pública.

 

Ahora vemos que al Líder se le soltó un patín. Su estilo ha sido la aceleración y el desenfreno, el impulso y la audacia, unida a un convencimiento casi mesiánico en su propia infalibilidad. Milei pide, un poco cándidamente, que se levanten muros para no llegar tan fácilmente a él (como si los albañiles de esos muros no fueran justamente los que le acercaron el problema en primer lugar). Deberían hacerle caso, y él mismo reparar los puentes, ya que estamos hablando de arquitectura, con aquellos que vienen rogando desde hace un año que se deje ayudar.

 

El gobierno, minoritario desde casi todo punto de vista, más allá de la muy importante aquiescencia de la opinión pública, ha venido cosechando éxitos aún cuando es visible que todo está atado con alambres. Acaso debería empezar a contemplar alguna fase de "normalidad" en la que amplía su base de sustentación política y, de paso, nos saca un poco del asfixiante clima de confrontación del que se alimenta constantemente. No va a pasar, por supuesto, pero si no lo hacen ellos, alguien debería hacerlo.

 

Este es mi punto, un poco más en general. Milei concibe su proyecto como facilitador de cambios, es decir, como un gobierno de transición hacia alguna otra cosa. Hay apoyo para esto en sus propias palabras y en la justificación de ciertas prácticas incompatibles con la pureza doctrinaria que pregona. Es algo saludable, pienso, que exista un gobierno que al menos de la boca para afuera no se piense como la cúspide de la Historia y pretenda quedarse para siempre.

 

Sin embargo, resulta llamativo que no exista ni siquiera en ciernes alguna idea de cuál sería la alternativa a un nuevo gobierno libertario.

Pues bien, al día de hoy, en medio de la vorágine cotidiana y de los intentos de otras fuerzas políticas de encontrar su lugar en el ecosistema de poder, solo LLA propone un ideal tangible. Ese ideal es impreciso, pero va unido a la emergencia de un sistema capitalista moderno con un Estado mínimo, la remoción de barreras al comercio y la eliminación de los sistemas de protección social tradicionales. Esto sin ir a otra cuestión que merecería una discusión aparte, a saber, qué tipo de sociedad obtendremos, qué ideal de la buena vida iría asociado a eso, qué sería vivir bien, a fin de cuentas. Habrá que ver qué forma tiene el ideal libertario en la práctica, pero está allí y es visible. Dicho eso, al día de hoy ¿qué otra opción hay?

 

Pues no sabemos, porque no existe en Argentina ninguna fuerza política que pueda proponer una alternativa a eso que no signifique volver al modelo del que salimos hace tan poco tiempo. De modo que, ahora mismo, los errores del gobierno (poco importantes, muy importantes, da igual) serán aceptados porque, literalmente, no hay ningún lugar hacia donde ir que no sea un abismo.

 

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