Energía sucia, peligrosa y descomunalmente cara

En momentos en que el gobierno argentino se apresta a contratar con China la compra de un reactor nuclear de 1.150 MW de potencia, que se denominará Atucha III, a instalar junto a los existentes en Lima, Provincia de Buenos Aires, considero oportunas algunas observaciones referidas a los residuos nucleares y otros aspectos de la producción de electricidad a partir de la fisión del átomo.

En el campo de la industria nuclear, la Argentina es sin duda uno de los países más avanzados de América Latina y, por ende, es de los que más cantidad de desechos nucleares produce, para los cuales no está previsto ningún uso futuro. Los reactores de potencia de las centrales Nucleares de Atucha y Embalse, los laboratorios de medicina nuclear, las industrias que utilizan materiales radiactivos, etc. dejan un desecho no deseado. Damos por sentado que los de media y baja radiactividad están a buen recaudo y, en principio, no causan problemas, su actividad decae en unos 30 años.

 

Nos preocupan los combustibles gastados de los reactores, que son restos de ALTA radiactividad, cuya vida de desactivación alcanza a decenas de miles de años, y para los cuales el mundo y, por supuesto Argentina, no tiene aún resuelto definitivamente su destino.

 

Los combustibles gastados de los reactores argentinos están quedando, como la mejor opción, junto a los reactores en piscinas de enfriamiento. En algunos años, una vez enfriados y decaída en parte su actividad, deben llevarse secos, a silos de hormigón en las inmediaciones. Como las capacidades de las piscinas de Atucha I y

 

Atucha II están por colmarse, se empezará a extraerlos, para ellos se construye un tanto apurado el Almacenamiento en Seco de los Elementos Combustibles Quemados. Y allí aparece un nuevo problema no desdeñable: estando en superficie pueden ser objeto de robos, atentados, etc. No olvidemos que el tesoro del Banco Nacional de Desarrollo ubicado en Leandro Alem al 600 -plena city porteña- parecía inexpugnable. Sin embargo, un grupo de guerrilleros se llevó, una madrugada y sin disparar un solo tiro, el equivalente a 10 millones de dólares y que además Argentina sufrió dos descomunales atentados terroristas.

 

En estas condiciones, sin conocer destino final, continuar aumentando la cantidad de residuos atómicos condenando a miles de generaciones futuras a recibir una herencia nada apreciable es una insensatez. Esta circunstancia da por tierra con todos los reales y supuestos beneficios de la energía nuclear.

 

Se dice que los reactores no emiten gases de efecto invernadero, lo cual es cierto, pero lo que no se menciona es que para extraer el uranio para el combustible con que periódicamente debe abastecerse, en las minas de uranio se mueven miles de toneladas de roca con máquinas equipadas con motores diesel que emiten gases tóxicos contaminantes como el dióxido de carbono, el óxido de carbono, el dióxido de nitrógeno, etc. A medida que se van explotando las minas de uranio más accesibles, cada vez es necesario mover mayores volúmenes de rocas y, por ende, se emiten mayor cantidad de gases.

 

Otra razón para no embarcarse en la construcción de un reactor es que los plazos y los costos previstos en el proyecto, por lo común son ampliamente excedidos. Sin poner el ejemplo extremo de Atucha II, que entró en operaciones con 27 años de atraso, hay numerosos en el mundo como el reactor Angra 3 de Brasil, iniciado en 2010 con la gran mayoría de los materiales comprados y aún no se termina, o el de Flamanville III que ha significado una revisión de la política francesa de construcción de reactores nucleares. El

 

costo estimado original de 3.300 millones de dólares casi se cuadruplicó, se estima llegará a 12.400 millones, y el plazo de obra de 5 años a partir del 2007 está más que superado. Se espera terminar en 2022. Con el agravante que se sabe que la tapa superior del reactor deberá cambiarse a más tardar en 2024. Nadie puede decir con fundamento que Francia no tiene suficiente experiencia después de haber construido 58 reactores. Esta circunstancia y otras, ha llevado a la sanción en 2019 de una ley para reducir el peso de la electricidad de origen nuclear al 50 % para 2035.

 

El argumento de que la energía nuclear es barata cae por si solo, pues si se desconoce el destino final de los residuos, ¿cómo puede evaluarse el costo de su control y mantenimiento por miles de años que debe cargarse al costo de la energía? Tampoco se conoce el costo del desmantelamiento de las centrales a realizar una vez finalizada su vida útil.

 

Para terminar, reproduzco la conclusión de la Licenciada Silvina Buján conocida ambientalista argentina:

 

“LA ENERGÍA NUCLEAR ES NO RENOVABLE, INSEGURA, SUCIA, AMBIENTALMENTE PERJUDICIAL, SOCIALMENTE RECHAZADA, PELIGROSA Y DESCOMUNALMENTE CARA"

 

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