El pueblo francés reniega de las explotaciones de minerales radiactivos II
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Una empresa presentó tres solicitudes de permisos de exploración minera en Francia. Inmediatamente, en una movilización sin precedentes, legisladores, autoridades locales y población en general, hicieron sentir su disgusto. No solo porque consideraban que la explotación de minerales radiactivos es contaminante sino porque entienden que también la exploración lo es.
La contaminación de la minería del uranio se iniciam con la exploración. La perforación requiere la inyección de fluidos de fracturación hidráulica en el subsuelo para facilitar las operaciones, exponiendo así el medio ambiente a sustancias potencialmente nocivas.
Si se autorizara la minería, los procesos industriales se volverían aún más preocupantes. El mineral extraído debe pasar por varias etapas de procesamiento: primero, la trituración, que descompone la roca en varias fases sucesivas, y luego, el tratamiento químico.
Es en esta etapa que la industria minera recurre a productos altamente tóxicos: generalmente ácido sulfúrico, sustancia que ha demostrado tener una toxicidad aguda para la salud humana y los ecosistemas.
Si además se utilizan otros químicos, como cianuro de sodio, o nitrato de plomo, el peligro se ve amplificado por lo que los toxicólogos llaman el “efecto cóctel”, cuando estos productos químicos se mezclan, su toxicidad puede multiplicarse de forma impredecible.
La minería genera volúmenes considerables de residuos, que se almacenan en montones de escombros o en estanques especiales, llamados relaves. Estos residuos representan un grave problema ambiental a largo plazo, que se extiende mucho más allá del período de la explotación minera.
El fenómeno más preocupante es el drenaje ácido de minas. Cuando los relaves que contienen sulfuros se exponen al oxígeno y al agua, se produce una reacción de oxidación que libera ácido sulfúrico y moviliza los metales pesados atrapados en las rocas.
Estas sustancias tóxicas contaminan el medio ambiente mediante la escorrentía superficial y la infiltración en las aguas subterráneas. El agua se convierte así en un vector de contaminación a larga distancia.
La Asociación de Toxicología y Química (ATC), que se suma a las manifestaciones opositoras, destaca que a medio plazo, las poblaciones locales, la fauna, la flora, la agricultura y la ganadería sufrirían las consecuencias de la exposición combinada a la radiactividad y a sustancias químicas tóxicas y a largo plazo, estos impactos serían irreversibles para la región.
La contaminación del suelo y el agua puede persistir durante décadas, incluso siglos, mucho después del cierre de las minas. Ejemplos en todo el mundo demuestran que las secuelas de la minería perduran durante generaciones.
Durante 2023, la empresa presentó tres solicitudes de permisos de exploración minera exclusiva (PERM) que abarcan un total de más de 850 km² y afectan a 42 municipios repartidos en cuatro departamentos de Bretaña y del Loira.
El permiso EPONA, el más pequeño de los tres proyectos, se ubica en una zona costera vulnerable.
El permiso BELENOS, es el más extenso, con una superficie de 441 km² en territorio principalmente agrícola.
El permiso TARANIS, abarca 360 km² en zona está parcialmente forestada.
La puesta en marcha estará dirigida por Keith Barron, un geólogo británico-canadiense de 60 años, que goza de cierto renombre en el mundo minero internacional.
Parece que Breizh Ressources quiere replicar lo que hizo con otros descubrimientos de minerales, desarrolla proyectos solo en fase de exploración y luego los vende.
La legislación minera francesa permite vender el permiso o la concesión obtenidos, a un importante operador minero, obteniendo así una importante plusvalía. La empresa prevé invertir entre 2 y 8 millones de euros en estas exploraciones.
Está bien que el pueblo francés se rebele contra las explotaciones mineras en su territorio, pero como el país es uno de los principales consumidores de uranio, indirectamente están promoviendo que, por la importación, sean otros los países que contaminen su territorio.
Los franceses sensatos debieran luchar para que el país reniegue de la energía atómica.
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