Fin de Semana

Las memorias de don Oscar Enrique Otero

Por Adolfo Pérez Mesas (adopem@yahoo.com.ar)

 

por REDACCIÓN CHUBUT 23/07/2021 - 21.40.hs

Para EL CHUBUT, he realizado varias notas, y en una de ellas, me regaló su libro, como un recuerdo de estos encuentros que he mantenido en repetidas oportunidades, ya sea para su cumpleaños, como para los aniversarios de su comercio que se encuentra instalado en la Avenida Yrigoyen 1311 esquina Beltrán de Trelew, que ahora administran sus hijos, como "Oscar Otero e Hijos SRL" Marmolería y Mosaiquería.

 

 

En la introducción de su libro, resume que es lo que busca con difundir la vida de sus antepasados. "Lo que relato a continuación es fruto de una investigación personal y del hallazgo de datos que me fueron atrapando como la aventura de quienes salieron a buscar un mejor porvenir desde España. Sin querer y con el sólo afán de que no pasaran al olvido, me encontré volcando a la escritura, historias y fotografías de familias como los Otero, López, Alvarez López, llegadas desde España a la Argentina entre los años 1890 y 1905". Y agrega, don Oscar Enrique Otero, que "con estos escritos espero que disfruten, conociendo tiempos duros en los que no se contaba con los beneficios del progreso que hoy tenemos".

 

 

Si bien es cierto, en los primero años en Argentina, esta familia leonesa se instaló en Buenos Aires, trabajando en la estancia Arano. Después, el padre de Don Oscar Otero en un viaje fortuito en camión hacia el sur, conoció Trelew y posteriormente se radicó en Gaiman, donde nace el autor del libro "Memorias de un inmigrante".

 

Queremos rescatar uno de los tanto relatos, relacionados con vivencias en nuestra zona y una de ellas es cuando, toreros con los trajes típicos y gaiteros, provocaron una afluencia de público, nunca visto, proveniente de distintos puntos de la región.

 

 

 

EL DIA QUE HUBO UNA CORRIDA DE TOROS EN GAIMAN
 

 


 

Dice don Oscar Enrique Otero en su libro, que un día a la Comisión de la Sociedad Española de Gaiman, se le ocurrió hacer una corrida de toros para reunir fondos y destinarlos para la construcción de la sede social y el salón de actos o bailes, allá por 1930. "Hasta el momento, alquilaban a Don Chiolfis una hermosa enramada" donde realizaban los eventos y recuerda que en una ocasión la enramada se había destruido por un incendio.

 

 

Cuenta que para la organización y el debut de la corrida, "se mandaron a fabricar a Buenos Aires afiches de gran tamaño y mayor cantidad de cabezudos (cabezas humanas muy grandes utilizadas en fiestas populares). Las mujeres prepararon la vestimenta del grupo que actuaría, se contrataron gaiteros y orquesta. Se preparó el corralón que el comercio La Mercantil había prestado para realizar la corrida. Este gran movimiento se comentó en toda la Patagonia, la gran Fiesta sería con 10 días de baile, desfile por las calles y como final la corrida de toros".

 

 

Fue una fiesta muy bien organizada, con bailes, desfile por las calles, con los cabezudos, los gaiteros, banderilleros a caballo con sus hermosas vestimentas, ayudantes y los elementos, toreros con sus trajes de luces, damas con sus vestimentas españolas, en esta fiesta también participaban gauchos a caballos.

 

Y llegó el día de la Gran Corrida de Toros, "un mundo de gente rodeaba por dentro y por fuera la supuesta plaza de toros". Dicen que los organizadores sintieron un terrible temor cuando vieron la multitudinaria concurrencia de público, ávidos en presenciar en esta parte de la Patagonia semejante espectáculo propio de la Madre Patria.

 

 

Luego del ingreso de la banda de gaiteros, los ayudantes vestidos con ropas típicas, banderilleros con hermosos corceles y coberturas para que los toros no lo lastimaran, las damas españolas, los caballeros, en fin ya todo esta listo, dice el relato.

 

"Se largaron algunos terneros al ruedo para entretener. Allí algunos jóvenes se lucían y divertían a la gente. Y llegó la hora de la verdad ¡y el toro no se encontraba!. En el centro del ruedo estaba como Tancredo, don Antonio Velazco, vestido de blanco. Como la función debía seguir, don Gerardo Sagredo y don Felipe Rico, se pusieron el traje de toro muy bien confeccionado y cuando sonó la trompeta, estaban listos para salir al ruedo.

Todos esperaban al torero que era don Julio Calle, quien también lucía un hermoso traje blanco, listo para enfrentarse con su toro. Así... ¡comenzó la fiesta! Todos, tanto los asistentes como los banderilleros, estaban preparados. Largaron el toro, habían armado todo tan bien que la gente -en especial la que había venido de lejos- perdonó a la Comisión, la falsa corrida y la fiesta fue un éxito"...

 

 

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