Regionales

Los regalos de la mentira

Estamos muy próximos a las fiestas tradicionales. Es una costumbre que se relacionen con los abrazos, buenos deseos, esperanzas compartidas y algún obsequio o regalito para exteriorizar el cariño. Lamentablemente en los últimos días, y luego del resultado electoral, del que hemos participado a nivel nacional, quienes nos gobiernan pretenden festejarnos, para que estemos alegres y esperanzados, con regalos que, creo, nacen de la mentira.

 Los argentinos, que deberíamos ser una gran familia, nos sorprendemos cotidianamente con exabruptos de ciertos dirigentes políticos que o no conocen la realidad o creen que tenemos muy corta memoria y que vivimos en una ficción. Yo pienso que se equivocan. Veamos, ¿por qué? En principio deberíamos partir de la base que un festejo, luego de 38 años de democracia, nos involucra a todos y que admitir la existencia de los derechos humanos no sólo ha sido una conquista de la humanidad sino que también lo tenemos plasmado en nuestra Constitución, tanto nacional como provincial. Creer que sólo involucra a un movimiento político, más allá que han sido derrotados en las urnas, importa una negación de la realidad objetiva marcada por los números que, por lo menos, importaría no descalificar al otro con epítetos agraviantes.

 

No existen sinvergüenzas, como se ha descalificado a quienes han participado en las elecciones, y debería haberse aprendido de aquellos tiempos donde la sociedad civil auspiciaba a «los milicos» para que se arrebatara el poder de la democracia. Por suerte ha concluido. Tampoco somos negacionistas. Si se quiere una historia basada en la verdad y no dominada por los intereses de algunos, como tradicionalmente se oficializó, hay que asumir las consecuencias. La continuidad jurídica del Estado de Derecho Constitucional obliga al cumplimiento de las obligaciones, independientemente de los gobiernos de turno, salvo la existencia de actos corruptos que, por otra parte, los venimos padeciendo desde la época de la colonia y se han agudizado en el postmodernismo, lamentablemente. 

 

Hemos escuchado a Alberto Fernández cuando no era candidato. Lo hemos escuchado cuando sorprendía por sus certezas sobre la corrupción. Lo escuchamos ahora como Presidente de la Nación y, sin observar las reglas que imponen la no introducción en planteos judiciales, genera conceptos por fuera del marco institucional. Nos regala una inocencia, la de su vicepresidenta, y la modificación del significado de la honestidad (lo que importaría un extenso análisis), como también el acatamiento de una idea, por fuera de las negociaciones de su propio ministro de economía con el FMI. 
Un país que requiere de inversiones nacionales y extranjeras para poder agrandar la porción distributiva, generar empleo y eliminar la pobreza, impone ser obsequiada con políticas serias y coherentes. Un regalo de verdad importa eliminar la hipocresía. Ojalá algún día lo podamos conseguir y observar juntos el camino de la recuperación. Felices Fiestas. 
 

 

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