Carta del Lector

Señor Director: «La Escuela y la Justicia: Enseñando valores que la realidad contradice».

Como director de una escuela secundaria desde hace más de 25 años, siempre enseñé a mis estudiantes que la violencia nunca es el camino y que los conflictos deben resolverse a través de las instituciones. Desde materias como Construcción Ciudadana, insistimos en que el Ministerio Público Fiscal y la Justicia son quienes deben garantizar que nadie tome la ley por mano propia. Asimismo, fortalecemos la educación ciudadana crítica, participativa y responsable, involucrando la identidad, los derechos humanos, la democracia y la participación en proyectos.
 

por REDACCIÓN CHUBUT 12/09/2025 - 21.31.hs

Sin embargo, hoy me enfrento a una contradicción que erosiona esa enseñanza: en mi propia experiencia como víctima de agresiones graves y amenazas cumplidas, las instituciones que debían protegerme no lo hicieron correctamente.
Mi primera denuncia, donde fui agredido en mi propia oficina de la dirección de la escuela en marzo de 2024, fue archivada a pesar de contar con testigos y videos. Allí advertí que las amenazas contra mi vida podían concretarse. Meses después, esas amenazas se cumplieron: fui agredido nuevamente en la puerta de la escuela, frente a estudiantes y colegas, con graves consecuencias físicas y emocionales.
Lo más alarmante ocurrió durante el proceso investigativo y de acusación: en la audiencia donde debía decidirse si el agresor iba a juicio, se resolvió en apenas diez minutos otorgarle la suspensión del proceso a prueba. Esa decisión, que me afecta directamente como víctima, fue tomada sin que yo estuviera presente ni informado de manera formal. Me enteré casi un mes después, por vías informales. ¿Qué confianza puede tener un ciudadano en la justicia si ni siquiera se le notifica una resolución de semejante magnitud?
Esta situación deja un mensaje devastador para la comunidad educativa: mientras en la escuela enseñamos que la violencia se resuelve confiando en las instituciones, la realidad muestra que esas instituciones no siempre responden y pueden dejar en el desamparo a quienes buscan su protección. ¿Cómo explicarles a los jóvenes que deben confiar en la justicia cuando el propio sistema parece más preocupado en beneficiar al victimario que en reparar a la víctima?
No escribo estas líneas desde la bronca, sino desde la preocupación cívica. El daño que recibí no es solo personal: es social y simbólico. Cuando la justicia falla, no falla solo para una persona, sino para toda la comunidad que observa y aprende.
Las instituciones deben revisar estas prácticas y preguntarse seriamente qué mensaje están dando a la ciudadanía. Si la respuesta que recibe una víctima es el archivo, la dilación o la indiferencia, la confianza en el sistema se erosiona. Y sin confianza, no hay justicia posible.
Insto a las autoridades y a la sociedad a reflexionar sobre cómo proteger efectivamente a las víctimas y garantizar que la justicia cumpla su verdadero propósito.

 

Dr. Marco A. Ramos Velásquez.

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?