Reflejos del Siglo XX: La vida simple de Trelew
Isabel Caminoa de Heinken escribió mucho sobre Trelew. Su familia es una de las tradicionales, y su marido Víctor Heinken, es descendiente también, de los primeros pobladores del Siglo XX. Aquí, Isabel comparte algunos de sus recuerdos de la época.
por REDACCIÓN CHUBUT 11/10/2023 - 12.36.hs
Víctor Heinken con su perro Pinky. Posando junto a un Ford 36, cuando él era encargado de la estancia “El Verdía” en el año 1942.
(Serie de publicaciones en el marco del 137º aniversario de la ciudad de Trelew. Historias extraídas del suplemento especial del Diario EL CHUBUT "Trelew 120 años" publicado en el 2006 y reeditado en el 2016).
Testimonio. Isabel Caminoa de Helnken.
“Vine a Trelew a los seis años. Debe haber sido por el '36 porque mi hermana menor venía en brazos. Así es que yo empecé a los 7 años en el colegio de las hermanas e hice todos los grados en el María Auxiliadora. Después hice tres años de bachiller en el Colegio Nacional de Trelew, en la calle Sarmiento. Nosotros vivíamos en la calle Italia, así que quedaba a la vuelta de casa”.
“A los 20 años me casé y tuve que dejar la escuela en tercer año porque no podía. Había quedado mi papá, mi hermano -nos llevábamos dos años de diferencia- y mi hermanito más chico de un año y medio. Entonces se me hacía muy difícil, porque todos demandaban atención”.
“Cuando me puse de novia con mi esposo, un profesor me dijo que yo podía reincorporarme para recibirme de maestra, pero como ya estaba de novia decía 'Para qué me va a servir'. Me arrepentí muchas veces, porque me hubiera gustado tener un título”.
Memorias del colegio
“María Auxiliadora era una escuela muy correcta. Íbamos todas de uniforme, mañana y tarde. A la tarde teníamos una hora de música, sabíamos todos los himnos, las canciones patrias, y es muy importante, hay muchas personas que no lo saben. A veces se me agranda el corazón cuando siento la Marcha de San Lorenzo, cuando siento Aurora”.
“Y teníamos cierta devoción por los patriotas”. “Yo tuve una perfecta educación, acompañada también por la educación en mi casa, donde por ejemplo se respetaban mucho los horarios de comida, todos teníamos que estar en la mesa a una hora determinada”. ,
“En el colegio yo no tuve problemas, pero me resultaban pesados los ejercicios espirituales, no sé por qué. Tenías que rezar a la mañana y a la tarde, eran varios días, creo que eran cuatro días, tal vez una semana. Eso me resultaba pesadísimo, porque a mí me gustaba jugar mucho, incluso a la pelota”.
“En el Colegio Nacional jugábamos al básquet, pero no todas mis compañeras jugaban. Al voley también, pero lo que más me gustaba era la camaradería que había en Nacional. Íbamos, charlábamos de cualquier cosa, fumábamos a escondidas”.
“Me quedó el recuerdo de una maestra de tercer grado de María Auxiliadora, una vasca era, alta y grandota. Conita o Juanita Etcheverry se llamaba... La recuerdo por la energía, por lo concisa para dar las clases, eso me encantaba de las maestras”.
“También se hacía mucho teatro, ejercicios físicos, y representación, cuando finalizaba el curso. Muy lindo, iban mi mamá, mi tía, toda la parentela. Papá nunca nos llevó en auto al colegio, íbamos todos a pie cuando todavía no había asfalto, había mucho barro. Siempre vivimos en el centro, así que no me puedo quejar. Pero usábamos las medias negras, que llegaban todas salpicadas de barro, así es que había que llegar y sacarse todo”.
Carnaval
“Los carnavales eran muy lindos, porque había comparsas. Al lado vivía Enrique Krebs, que era muy amigo de mi papá. Mi papá era de Independiente, Krebs era de Racing. Y los de Racing hicieron una comparsa muy linda. Yo una vez me disfracé con el vestido de casamiento de mi abuela. Íbamos con mis tíos a los bailes de Independiente... eran unos bailes bárbaros. Pero a la 1, todos a casa... Antes, terminaban los bailes a esa hora. Y los varones también, volvían a la misma hora que las chicas, pero ellas tenían que ir con gente conocida porque sino no les daban permiso”.
¿Qué hacemos?
“Nos gustaba ir al cine, o tomar el vermut en la confitería Torino o en La Aguada de Don Pepe, comer masas... Era toda la diversión que había. Y 'la vuelta del perro', por supuesto. Decíamos que no íbamos a salir, y ahí nos acordábamos que teníamos que 'comprar algo' y ya estábamos para marchar, y ahí salíamos. Era tan lindo, era lo que nos gustaba”.
“Mi papá nos llevaba mucho a la playa, al campo, a las chacras. Cuando estaba mi mamá íbamos a una chacra, y ella nos ponía muy primorosos. Nosotros subíamos a los árboles, sacábamos frutas, estábamos de todos colores. La más traviesa de los tres era yo, la mayor, siempre haciendo lío, y después mi hermano”.
Los primeros negocios
“Cuando vine, como a los 6 años, La Anónima estaba en el San David. Y Casa Thies era muy importante, igual que “La Mercantil”, que se quemó, y “La Cooperativa chica” que era de Martínez Hermanos”.
“Y el Correo estaba en la Pellegrini. Había como un zaguán, en donde te recibían el telegrama y todo, donde ahora hay una casa de fotos”.
La zanja
“La zanja era como el paseo de los novios, pero era todo más recatado. Estaba en la calle Inmigrantes. Los novios se paseaban por ahí porque en ese lugar había una alameda muy linda, y después, cuando se canalizó todo eso, desapareció”.
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