Inmigrantes españoles: historias de trabajo y la herencia del respeto
Acompañá a Juan López en un viaje a través del tiempo en la ciudad de Trelew mientras comparte recuerdos y anécdotas de su abuelo, Don Francisco López Herrera, un inmigrante español que llegó en 1912. Explorá las vivencias de una época en la que la fabricación de carros y carruajes era una parte fundamental de la comunidad, y descubrí cómo los valores de honestidad, respeto y trabajo duro se transmitieron de generación en generación.
por REDACCIÓN CHUBUT 15/10/2023 - 20.47.hs
El taller de carros y carruajes. Fue en 1912. A la izquierda de la imagen se ve el edificio de lo que sería el Distrito Militar
(Serie de publicaciones en el marco del 137º aniversario de la ciudad de Trelew. Historias extraídas del suplemento especial del Diario EL CHUBUT "Trelew 120 años" publicado en el 2006 y reeditado en el 2016).
Testimonio. Juan López.
“Soy nieto de Don Francisco López Herrera, que vino en 1912 de España. Después de dos años trajo al resto de la familia. Trabajó en la calle Rivadavia, donde hoy está el edificio Villarreal, en una fábrica de carros y carruajes, con su cuñado Inocencio Ruiz, hermano de mi abuela, Doña - Francisca Ruiz. Ahí enllantaban los carros”. “En el año 14 vino la abuela con algunos niños chiquitos, y empezaron a trabajar en este querido Trelew. Fueron a vivir a la casa de piedra, en donde es hoy La Caja. Cuando vino la familia de España se le hizo chico, entonces compró, en el año 29, un terreno muy amplio lleno de tamariscos, cerca de la zanja”.
“Si bien el abuelo era español, cuando se pudo votar aquí en Trelew, él lo hizo con mucho orgullo, con su libreta de extranjero. Fue uno de los primeros”.
“Él estuvo muchos años también en lo de Diego Meyer, hasta el 46... Meyer y Compañía era una firma como Lahusen, después vino La Anónima”.
“Recuerdo que acá en el baldío, en A. P. Bell y 28 de Julio, estaba la cervecería. Había envases de porcelana. Toda esa zona era lo que se llamaba la ‘Cancha Vieja’, y en la vereda había unas argollas donde ataban los caballos”.
“Yo estuve trabajando muchos años en la firma Corradi, cuando estaba Don Pedro Corradi. Era ramos generales. Yo “entré ahí como cadete, en la Ford, y en esa firma vendían antes el vino en bordalesas. La gente venía con las damajuanas y se las llenaban. Vendían también querosén, había ferretería... Eso era en la 9 de julio al 200, donde está el Banco, al frente de Tribunales. Entrabas por ahí y salías por el Pasaje. Vendían todo en bolsas de madera, el azúcar... los garbanzos sueltos...”
“Conocí también al yerno de Don Pedro y a Luisito Daleoso, que era el cuñado de Don Pedro Corradi y el hijo de Pascual Daleoso que lleva una calle en Barrio Corradi”. “Don Pedro Corradi decía que por su campo iba a pasar la continuación de la ruta 25 a Gaiman y que la iban a asfaltar. Era tan lejano eso, pero mirá la visión que tenía Don Pedro. Él andaba siempre impecable, con su sombrero”. “Tenía una caja fuerte que tenía dos partes, una era de él, donde tenía todo tipo de cosas. Y por ahí se ponía a revisar y había medallas que le habían dado por los premios de La Rural, fotografías con Pedro Mezquio, Salvo, Don Pío Gerardi, que fue un cobrador grandote”.
“A mi abuelo Don Francisco le decíamos Pico. Me acuerdo que una vez dije que no quería ir al colegio, y por ahí lo veo al abuelo que dice ‘le falta mucho al niño, y le digo a mi papá ya está, vamos’. Fuimos al curso, a la escuela Nº 5, y me dijo ‘a la hora que salgas, yo te voy a estar esperando’. Cuando salí y vi al abuelo me agarró una alegría... me esperaba con caramelos o con alguna mandarina. Me enseñó el respeto, la honestidad, ser ‘derecho’, que eso es lo más importante. Para mi abuelo la palabra era un documento, siempre lo fue”.
“Él siempre decía “los bienes son para salvar los males”. Esa enseñanza para mí es muy importante. “El mejor recuerdo que tengo de mis abuelos y mis padres es que me enseñaron a ser buena persona, a ser honesto, a respetar a los demás, eso es muy valioso”.
“Yo estudié, fui gerente de una empresa y después de otra. Después me fui a trabajar a las tierras de mi otro abuelo, porque él me lo pidió, era el hermano de mi abuelo Pico. Y me sentí orgulloso de trabajar la tierra que nos dio de comer a todos. Después empecé a tener algunos animales”.
“Nosotros vivíamos en familia. Estaba el lechero Price y después estaba también Serafín Pérez, que traían la leche en el carrito. Mamá dejaba en un sitio la lechera con la plata, venía el lechero, dejaba el vuelto y se iba. Al lado estaba el abogado Elgorriaga con su hermano, también estaban los Violi, estaba la chica de Cárdenas, los Toneatti, estaba la familia de Mac Karthy. Nos juntábamos todos, en esa época había muchos chicos”.
El agua
“Como en verano faltaba el agua, solíamos ir a la zanja a buscarla, porque todo el mundo tenía gallinas. Llenábamos los tambores de 200 litros y volvíamos. Y después, para tener agua arriba, en el tanque domiciliario, teníamos una bomba reloj. Nos turnábamos para sacar y volvíamos y no se llenaba nunca. En esa época estaban también las bombas eléctricas, pero uno no podía comprarlo”.
Últimas noticias
Más Noticias