137 AÑOS

Travesuras de estudiantes: los chicos de antes se divertían a lo grande

Explorá el pasado de Trelew a través de las travesuras y anécdotas de Adela Cúneo de Vergalito. Historias divertidas de chicos y adolescentes de antaño mientras disfrutaban de su inocente travesía por las calles de la ciudad.

por REDACCIÓN CHUBUT 03/10/2023 - 11.04.hs

De fiesta. Una imagen de los carnavales de la década del treinta. Dicen que fue una época muy divertida.

 

(Serie de publicaciones en el marco del 137º aniversario de la ciudad de Trelew. Historias extraídas del suplemento especial del Diario EL CHUBUT "Trelew 120 años" publicado en el 2006 y reeditado en el 2016).

 

Adela Cúneo de Vergalito esposa de un ex intendente pasó largamente los 80 años y vive en Trelew desde siempre. Fue maestra, y nos contó todo tipo de travesuras casi siempre ingenuas- con las que se divertían los niños y adolescentes de su edad, mucho antes que el Siglo XX hubiese recorrido la mitad de su camino.

 

Las naranjas del Tano y Goofy Terrone

 

“Aquí las escuelas del Estado corrían poco, porque no había pobres. Entonces todos los chicos y chicas íbamos a María Auxiliadora y Santo Domingo. Los de Terrone a mí me agarraban siempre porque era la más chica... y había un italiano que vendía naranjas y mandarinas con los canastos. Entonces los de Terrone, Goofy era fatal, me decían: 'andá vos, corré, y hacé como que le sacás una mandarina o algo, pero no le saqués... Y salí corriendo'. Y yo que era la tonta de la barra, hice lo que me dijeron.

 

El tano dejó los canastos y salió corriendo por la 25 de Mayo. No me pudo alcanzar porque, con mi desesperación, me metí en la puerta de la esquina que era la panadería, y me tiró con una lata de duraznos vacía que agarró del suelo. Y en la panadería una lora gritaba ‘Amelia, Amelia, chicas’.

 

Tenían una lora que había aprendido a decir eso, y le avisaba a Amelia, que era una de las señoritas mayores que atendía en esa panadería. El tano llegó a la esquina y se dio vuelta, y vio que todos los chicos que venían atrás le estaban sacando las naranjas y mandarinas. Me esperó cualquier cantidad de tiempo. Los otros se dispersaron por todos lados, cada uno a su casa, y aquí no ha pasado nada”.

 

La historia de la bruja

 

“Donde es ahora el Automóvil Club había una mujer... Yo la conocí como 'la bruja", todos la llamábamos así. Nadie la había visto. Una de nosotras entró una vez, y contó que la bruja la había agarrado de los pelos y la había metido adentro, y que vio que tenía al marido colgado en la pieza; que ella hacía brujerías y que lo mantenía. Entonces, la broma nuestra era pasar corriendo y golpearle la puerta y gritarle ¡bruja! ¡salí bruja! Y escapábamos. Un día, una de mis primas venía con todos nosotros y se olvidó no sé que cosa, y se sentó debajo de la ventana de la bruja a buscar en la cartera. Y la ‘bruja’ le mandó un balde de agua fría. Tuvo que volver a cambiarse y nadie la acompañó”.

 

“Hace poco la encontré a esa prima, y todavía se acordaba de esa bruja que la había empapado. Se ve que era una mujer viuda, sola, sin hijos. Me parece que la que dijo que vio al marido colgado mintió... Era una leyenda”.

 

El gallego “malo” de la colchonería

 

“En la esquina de Belgrano y 25 de mayo había una casa bajita, chiquita; era una colchonería. Al dueño lo respetábamos porque era un gallego que tenía una cara de malo terrible. No le hacíamos nada. En la esquina donde está Retilent, vivía un procurador y tenía un hijo, tenía una mujer grande, Victoria. Era gente que estaba muy bien, entonces al chico le compraban monopatín, bicicletas… Y nosotros no teníamos nada de eso. Entonces, nos poníamos atrás sin patinar; nos subíamos todas al monopatín y el pobre chico quedaba todo aplastado. Entonces el gallego nos retaba, y él no tenía nada que ver. Entonces, salíamos todos corriendo.

 

TESTIMONIO. Adela Cúneo de Vergalito.

 

 

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